martes, 17 de junio de 2008

Gottfried Leibniz

Gottfried Wilhelm von Leibniz (* 1 de julio de 1646 - Hannover, 14 de noviembre de 1716) fue un filósofo, matemático, jurista y político alemán, de origen sorbio, nacido en Leipzig en julio de 1646.

Fue uno de los grandes pensadores del siglo XVII y XVIII, y se le reconoce como el "último genio universal". Realizó profundas e importantes contribuciones en las áreas de metafísica, epistemología, lógica, filosofía de la religión, así como a la matemática, física, geología, jurisprudencia e historia. Incluso Denis Diderot, el ateo y materialista francés del siglo XVIII cuyas opiniones no podrían estar en mayor oposición a las de Leibniz, no podía evitar sentirse sobrecogido ante sus logros, y escribió en su Enciclopedia: "Quizás nunca haya un hombre leído tanto, estudiado tanto, meditado más, y escrito más que Leibniz... Lo que ha elaborado sobre el mundo, sobre Dios, la naturaleza y el alma es de la más sublime elocuencia. Si sus ideas hubiesen sido expresadas con el olfato de Platón, el filósofo de Leipzig no cedería en nada al filósofo de Atenas."[1] De hecho, el tono de Diderot es casi de desesperanza en otra observación, que contiene igualmente mucho de verdad: "Cuando uno compara sus talentos con los de Leibniz, uno tiene la tentación de tirar todos sus libros e ir a morir silenciosamente en la oscuridad de algún rincón olvidado."

Ocupa un lugar igualmente importante tanto en la historia de la filosofía como en la de las matemáticas. Descubrió el cálculo infinitesimal, independientemente de Newton, y su notación es la que se emplea desde entonces. También descubrió el sistema binario, fundamento de virtualmente todas las arquitecturas de las computadoras actuales.

Junto con René Descartes y Baruch Spinoza, es uno de los tres grandes racionalistas del siglo XVII. Su filosofía se enlaza también con la tradición escolástica y anticipa la lógica moderna y la filosofía analítica. Leibniz también hizo contribuciones a la tecnología, y anticipó nociones que aparecieron mucho más tarde en biología, medicina, geología, teoría de la probabilidad, psicología, ingeniería y ciencias de la información. Sus contribuciones a esta vasta lista de temas está desperdigada en diarios y en decenas de miles de cartas y manuscritos no publicados. Hasta el momento, no se ha realizado una edición completa de sus escritos, y por ello no es posible aún hacer un recuento integral de sus logros.

Breve esbozo de la vida y obra de Leibniz:

1646-1666: años formativos.
1666–1674: Principalmente al servicio del Elector de Mainz, Johann Philipp von Schönborn, y de su ministro, el Barón von Boineburg.
1672–1676. Residencia en Paris, realizando dos viajes importantes a Londres.
1676–1716. Servicio a la Casa de Hanover.
1677–1698. Cortesano, primero de John Frederick, Duke of Brunswick-Lüneburg, después de su hermano, el Duque, y después Elector, Ernst August de Hanover.
1687–1690. Viaja extensamente por Alemania, Austria e Italia, investigando un libro comisionado por el Elector sobre la historia de la casa de Brunswick.
1698–1716: Cortesano del Elector Georg Ludwig de Hanover.
1712–1714. Residencia en Viena. Nombrado consejero de la Corte Imperial en 1713 por Carlos VI, Emperador del Sacro Imperio Romano, en la corte de los Habsburgo en Viena.
1714–1716: Georg Ludwig, al convertirse en Jorge I de Gran Bretaña, le prohibe a Leibniz seguirlo a Londres. Leibniz termina sus días en un relativo olvido y abandono.

Primeros años:

Gottfried Leibniz nació el 1 julio de 1646 en Leipzig, dos años antes del final de la Guerra de los treinta años, hijo de Friedrich Leibniz, jurista y profesor de filosofía moral en la Universidad de Leipzig y Catherina Schmuck, hija de un profesor de leyes. Su padre falleció cuando tenía seis años, de modo que su educación quedó en manos de su madre, de su tío, y de acuerdo a su propio recuento, de sí mismo. Al morir su padre, dejó una biblioteca personal a la cual Leibniz tuvo libre acceso a partir de los siete años, y procedió a beneficiarse de su contenido, en particular los vólumenes de historia antigua y de los Padres de la Iglesia. En su edad adulta, frecuentemente firmaba como "von Leibniz" y numerosas ediciones póstumas de sus obras lo nombran como "Freiherr [Barón] G. W. von Leibniz"; sin embargo, no se ha encontrado documento alguno que confirme que se le haya extendido un título nobiliario.[2]

Para cuando tenía 12 años se había enseñado a sí mismo latín, el cual utilizó durante el resto de su vida y había empezado a estudiar griego. En 1661, a la edad de 14 ingresó a la Universidad de Leipzig y completó sus estudios a los 20 años, especializándose en leyes y mostrando dominio de los clásicos, lógica y filosofía escolástica. Sin embargo, su educación en matemáticas no estaba a la altura de los estándares franceses o británicos. En 1666 publicó su primer libro, y publicó también su tesis de habilitación Sobre el arte de las combinaciones. Cuando la universidad declinó el asegurarle un puesto docente en leyes tras su graduación, Leibniz optó por entregar su tesis a la Universidad de Altdorf y obtuvo su doctorado en cinco meses. Declinó después la oferta de un puesto académico en Altdorf y dedicó el resto de su vida al servicio de dos prominentes familias de la nobleza alemana.


El primer puesto de Leibniz fue como alquimista asalariado en Nuremberg, aunque no tenía ningún conocimiento sobre el tema. Entró en contacto con Johann Christian von Boineburg (1622–1672), antiguo Ministro en Jefe del Elector de Mainz, Johann Philipp von Schönborn, quien lo contrató como asistente y poco después lo presentó con el Elector, tras reconciliarse con él. Leibniz le dedicó un ensayo al Elector con la esperanza de obtener un empleo. La estrategia funcionó, pues el Elector le solicitó ayuda para una nueva redacción del código legal de su Electorado, y en 1669 Leibniz fue nombrado Asesor de la Corte de Apelaciones. Aunque von Boineburg murió en 1672, Leibniz permaneció al servicio de su viuda hasta 1674.

1666–1674

Von Boineburg hizo mucho en promover la reputación de Leibniz, y su servicio con el Elector pronto tomó un rol más diplomático. Publicó un ensayo bajo el seudónimo ficticio de un noble polaco, en el que argumentaba (sin éxito) en favor del candidato alemán a lo corona polaca. El principal factor en la geopolítica europea durante su vida adulta fueron las ambiciones de Luis XIV de Francia, respaldadas por su ejército y su poderío económico. La Guerra de los trienta años había dejado exhausta a la Europa de habla alemana, además de fragmentada y económicamente atrasada. Leibniz propuso protegerla distrayendo a Luis XIV de la siguiente manera: Se invitaría a Francia a tomar Egipto como un primer paso hacia una eventual conquista de las Indias Orientales Holandesas. A cambio Francia, se comprometería a no perturbar a Alemania ni a Holanda. El plan recibió un apoyo cuateloso del Elector. En 1672 el gobierno francés invitó a Leibniz a Paris para su discusión, pero el plan se vio pronto superado por los acontecimientos y se tornó irrelevante. La fracasada invasión de Napoleón a Egipto puede interpretarse como una implementación involuntaria del plan de Leibniz.

De esta forma Leibniz inició una estadía de varios años en Paris, durante la cual incrementó considerablemente sus conocimientos de matemáticas y física y empezó a realizar contribuciones en ambas. Conoció a Malebranche y a Antoine Arnauld, el principal filósofo francés de la época, y estudió los escritos de Descartes y de Pascal, tanto los publicados como los no publicados. Amistó con el matemático alemán Ehrenfried Walther von Tschirnhaus, con el cual mantuvo correspondencia hasta el final de su vida. Especialmente oportuno fue el conocer al físico y matemático holandés Christiaan Huygens, por entonces activo en París. Al llegar a París, Leibniz recibió un duro despertar, pues sus conocimientos de física y matemáticas eran fragmentarios. Con Huygens como mentor, inició un programa autodidacta que pronto resultó en la realización de grandes contribuciones en ambos campos, incluyendo el descubrimiento de su versión del cálculo diferencial y su trabajo en las series infinitas.

A principios de 1673, cuando estuvo claro que Francia no implementaría su parte del plan egipcio de Leibniz, el Elector envío a su sobrino, escoltado por Leibniz, en una misión relacionada ante el gobierno británico. En Londres Leibniz conoció a Henry Oldenburg y a John Collins. Después de demostrar ante la Royal Society una máquina calculadora que había estado diseñando y construyendo desde 1670, la primera máquina de este tipo que podía ejecutar las cuatro operaciones aritméticas básicas, la Sociedad lo convirtió en miembro externo. La misión concluyó abuptamente cuando los alcanzaron noticias de la muerte del Elector, ante lo cual Leibniz regresó inmediatamente a París y no a Mainz, como lo tenía planeado.

La muerte repentina de los dos mecenas de Leibniz en el mismo invierno significó que debía buscar una nueva opción para su carrera. A este respecto, fue oportuna una invitación del Duque de Brunswick en 1669 para visitar Hanover. Leibniz declinó la invitación, pero empezó a escribirse con el Duque en 1671. En 1673 el Duque le ofreció un puesto de Consejero, el cual aceptó con renuencia dos años más tarde, sólo después de que estuvo claro que no obtendría ningún empleo en Paris (cuyo estímulo intelectual apreciaba) o en la corte imperial de los Habsburgo.

Casa de Hanover 1676–1716:

Leibniz logró retrasar su arribo a Hanover hasta finales de 1676, después de otro breve viaje a Londres, donde posiblemente le mostraron algunas de las obras sin publicar de Newton, aunque la mayor parte de los historiadores de las matemáticas afirman ahora que Newton y Leibniz desarrollaron sus ideas de forma independiente: Newton desarrolló las ideas primero y Leibniz fue el primero en publicarlas. En el viaje de Londres hacia Hanover, Leibniz se detuvo en La Haya, donde conoció a Leeuwenhoek, quien mejoró el microscopio y descubrió los microorganismos. Igualmente dedicó Leibniz varios días de intensa discusión con Spinoza, quien recién había concluido su obra maestra, Ética. Leibniz sentía respeto por el poderoso intelecto de Spinoza, pero estaba consternado por sus conclusiones, que contradecían la ortodoxia cristiana.

En 1677 fue promovido, por su porpia petición, a Consejero Privado de Justicia, cargo que mantuvo por el resto de su vida. Leibniz sirvió a tres gobernantes consecutivos de la Casa de Brunswick como historiador, consejero político y, más consecuentemente, como bibliotecario de Biblioteca Ducal. Desde entonces en adelante empleó su pluma en los diversos asuntos políticos, históricos y teológicos que involucraban a la Casa de Brunswick; los documentos resultantes constituyen una parte valiosa de los registros históricos del período.

Entre las pocas personas que acogieron a Leibniz en el norte de Alemania se contaba la Electora, su hija Sophia de Hanover (1630–1714), la Reina de Prusia y su discípulo confeso, y Carolina de Ansbach, la consorte de su nieto, el futuro Jorge II. Para cada una de estas mujeres, Leibniz fue correspondente, consejero y amigo. A su turno, cada una lo acogió con más cálidez de lo que lo hicieron sus respectivos esposos y el futuro rey Jorge I de Gran Bretaña.[3]

La población de Hanover era únicamente de aproximadamente 10,000 habitantes y su provincianismo eventualmente afectó a Leibniz. Sin embargo, ser un cortesano importante en la Casa de Brunswick era un gran honor, especialemente en vista del meteórico ascenso en el prestigio de dicha Casa mientras duró la relación de Leibniz con ella. En 1692, el Duque de Brunswick se convirtió en Elector hereditario del Sacro Imperio Romano. El Acta de Asentamiento de 1701 designó a la Electora Sofía y a su descendencia como la familia real del Reino Unido, una vez que tanto el Rey Guillermo III como su cuñada y sucesora, la Reina Ana, estuvieran muertos. Leibniz participó en las iniciativas y negociaciones que condujeron al Acta, pero no siempre de manera eficaz. Por ejemplo, algo que publicó en Inglaterra, pensando que promoveria la causa de Brunswick, fue formalmente censurado por el Parlamento Británico.

Los Brunswick toleraron los enormes esfuerzos que dedicaba Leibniz a sus proyectos intelectuales sin relación con sus deberes de cortesano, proyectos tales como el perfeccionamiento del cálculo, sus escritos sobre matemática, lógica, física y filosofía, y el mantenimiento de una vasta correspondencia. Empezó a trabajar en cálculo en 1674,y para 1677 tenía ya entre manos un sistema coherente, pero no lo publicó sino hasta 1684. Sus documentos más importantes de matemáticas fueron publicados entre 1682 y 1692, por lo general en una revista que él y Otto Mencke habían fundado en 1682, la Acta Eruditorum. Dicha revista jugó un papel clave en los progresos de su reputación científica y matemática, la cual a su vez incrementó su eminencia en la diplomacia, en historia, en teología y en filosofía.

El Elector Ernesto Augusto le comisionó a Leibniz escribir una historia de la Casa de Brunswick, remontándose a la época de Carlomagno o antes, con la esperanza de que el libro resultante ayudaría a sus ambiciones dinásticas. Entre 1687 y 1690 Leibniz viajó extensamente por Alemania, Austria e Italia en busca de materiales de archivo de relevancia para este proyecto. Pasaron las décadas y el libro no llegaba, de modo que el siguiente Elector se mostró bastante molesto ante la evidente dilatoriedad de Leibniz, quien nunca concluyó el proyecto, en parte debido a su enorme producción en otros frentes, pero también debido a su insistencia en escribir un libro meticulosamente investigado y erudito basado en fuentes de archivo. Sus patrones habrían quedado bastante satisfechos con un breve libro popular, un libro que fuera quizás un poco más que una genealogía comentada, a ser completada en tres años o menos. Nunca supieron que había de hecho llevado a cabo un buena parte de la tarea asignada: cuando los escritos de Leibniz se publicaron en el siglo XIX, el resultado fueron tres volúmenes.

En 1711 John Keill, al escribir en la revista de la Real Sociedad de Londres y, con la supuesta bendición de Newton, acusó a Leibniz de haber plagiado el cálculo de Newton, dando inicio de esta manera a la disputa sobre la paternidad del cálculo. Se inició una investigación formal por parte de la Real Sociedad (en la cual Newton fue participante reconocido) en respuesta a la solicitud de retracción de Leibniz, respaldando de esta forma los cargos de Keill.

En 1711, durante un viaje por el norte de Europa, el zar ruso Pedro el Grande se detuvo en Hanover y se reunió con Leibniz, quien después mantuvo interés por los asuntos rusos durante el resto de su vida. En 1712 Leibniz inició una residencia de dos años en Viena, donde se le nombró Consejero de la Corte Imperial de los Habsburgo. Tras la muerte de la Reina Ana en 1714, el Elector Georg Ludwig se convirtió en el Rey Jorge I de Gran Bretaña bajo los términos del Acta de Asentamiento de 1711. Aunque Leibniz había hecho bastante para avanzar dicha causa, no habría de ser su hora de gloria. A pesar de la intervención de la Princesa de Gales Carolina de Ansbach, Jorge I le prohibió a Leibniz reunirse con él en Londres hasta que hubiera completado por lo menos un volumen de la historia de la familia Brunswick comisionada por su padre casi 30 años atrás. Además, la inclusión de Leibniz en su corte de Londres habría resultado insultante para Newton, quien era visto como el triunfador de la disputa sobre la prioridad del cálculo y cuya posición en los círculos oficiales británicos no podría haber sido mejor. Finalemente, su querida amiga y defensora, la dignataria Electora Sofía de Hanover, murió en 1714.

Leibniz falleció en Hanover en 1716: para entonces, estaba tan fuera de favor en la corte que ni Jorge I (quien se encontraba cerca de Hanover en ese momento) ni ningún otro cortesano, más que su secretario personal, asistieron al funeral. Aun cuando Leibniz era miembro vitalicio de la Real Sociedad y de la Academia de Ciencias de Berlín, ninguna de las dos entidades consideró conveniente honrar su memoria. Su tumba permaneció en el anonimato por más de 50 años, hasta que Leibniz fue exaltado por Fontenelle, ante la Academia de Ciencias de Paris, la cual lo había admitido como miembro extranjero en 1700. La exaltación se redactó a petición de la Duquesa de Orleans, nieta de la Electora Sofía.

Leibniz nunca contrajo matrimonio. En ocasiones se le escuchó quejarse del dinero, pero la suma considerable que le dejó a su único heredero, el hijo adoptivo de su hermana, muestra sobradamente que los Brunswick lo habían remunerado de buena manera. En sus esfuerzos diplomáticos, por momentos lindó en lo inescrupuloso, tal como sucedía con demasiada frecuencia entre los profesionales de la diplomacia de su tiempo. En varias ocasiones, Leibniz postfechó y alteró manuscritos personales, acciones que no pueden ser excusadas o defendidas y que lo dejaron en mala posición a la luz de la controversia sobre el cálculo. Por otro lado, tenía buenos modales y era encantador, con numerosos amigos y admiradores por toda Europa.

Los Brunswick toleraron los enormes esfuerzos que dedicaba Leibniz a sus proyectos intelectuales sin relación con sus deberes de cortesano, proyectos tales como el perfeccionamiento del cálculo, sus escritos sobre matemática, lógica, física y filosofía, y el mantenimiento de una vasta correspondencia. Empezó a trabajar en cálculo en 1674,y para 1677 tenía ya entre manos un sistema coherente, pero no lo publicó sino hasta 1684. Sus documentos más importantes de matemáticas fueron publicados entre 1682 y 1692, por lo general en una revista que él y Otto Mencke habían fundado en 1682, la Acta Eruditorum. Dicha revista jugó un papel clave en los progresos de su reputación científica y matemática, la cual a su vez incrementó su eminencia en la diplomacia, en historia, en teología y en filosofía.

El Elector Ernesto Augusto le comisionó a Leibniz escribir una historia de la Casa de Brunswick, remontándose a la época de Carlomagno o antes, con la esperanza de que el libro resultante ayudaría a sus ambiciones dinásticas. Entre 1687 y 1690 Leibniz viajó extensamente por Alemania, Austria e Italia en busca de materiales de archivo de relevancia para este proyecto. Pasaron las décadas y el libro no llegaba, de modo que el siguiente Elector se mostró bastante molesto ante la evidente dilatoriedad de Leibniz, quien nunca concluyó el proyecto, en parte debido a su enorme producción en otros frentes, pero también debido a su insistencia en escribir un libro meticulosamente investigado y erudito basado en fuentes de archivo. Sus patrones habrían quedado bastante satisfechos con un breve libro popular, un libro que fuera quizás un poco más que una genealogía comentada, a ser completada en tres años o menos. Nunca supieron que había de hecho llevado a cabo un buena parte de la tarea asignada: cuando los escritos de Leibniz se publicaron en el siglo XIX, el resultado fueron tres volúmenes.

En 1711 John Keill, al escribir en la revista de la Real Sociedad de Londres y, con la supuesta bendición de Newton, acusó a Leibniz de haber plagiado el cálculo de Newton, dando inicio de esta manera a la disputa sobre la paternidad del cálculo. Se inició una investigación formal por parte de la Real Sociedad (en la cual Newton fue participante reconocido) en respuesta a la solicitud de retracción de Leibniz, respaldando de esta forma los cargos de Keill.

En 1711, durante un viaje por el norte de Europa, el zar ruso Pedro el Grande se detuvo en Hanover y se reunió con Leibniz, quien después mantuvo interés por los asuntos rusos durante el resto de su vida. En 1712 Leibniz inició una residencia de dos años en Viena, donde se le nombró Consejero de la Corte Imperial de los Habsburgo. Tras la muerte de la Reina Ana en 1714, el Elector Georg Ludwig se convirtió en el Rey Jorge I de Gran Bretaña bajo los términos del Acta de Asentamiento de 1711. Aunque Leibniz había hecho bastante para avanzar dicha causa, no habría de ser su hora de gloria. A pesar de la intervención de la Princesa de Gales Carolina de Ansbach, Jorge I le prohibió a Leibniz reunirse con él en Londres hasta que hubiera completado por lo menos un volumen de la historia de la familia Brunswick comisionada por su padre casi 30 años atrás. Además, la inclusión de Leibniz en su corte de Londres habría resultado insultante para Newton, quien era visto como el triunfador de la disputa sobre la prioridad del cálculo y cuya posición en los círculos oficiales británicos no podría haber sido mejor. Finalemente, su querida amiga y defensora, la dignataria Electora Sofía de Hanover, murió en 1714.

Leibniz falleció en Hanover en 1716: para entonces, estaba tan fuera de favor en la corte que ni Jorge I (quien se encontraba cerca de Hanover en ese momento) ni ningún otro cortesano, más que su secretario personal, asistieron al funeral. Aun cuando Leibniz era miembro vitalicio de la Real Sociedad y de la Academia de Ciencias de Berlín, ninguna de las dos entidades consideró conveniente honrar su memoria. Su tumba permaneció en el anonimato por más de 50 años, hasta que Leibniz fue exaltado por Fontenelle, ante la Academia de Ciencias de Paris, la cual lo había admitido como miembro extranjero en 1700. La exaltación se redactó a petición de la Duquesa de Orleans, nieta de la Electora Sofía.

Leibniz nunca contrajo matrimonio. En ocasiones se le escuchó quejarse del dinero, pero la suma considerable que le dejó a su único heredero, el hijo adoptivo de su hermana, muestra sobradamente que los Brunswick lo habían remunerado de buena manera. En sus esfuerzos diplomáticos, por momentos lindó en lo inescrupuloso, tal como sucedía con demasiada frecuencia entre los profesionales de la diplomacia de su tiempo. En varias ocasiones, Leibniz postfechó y alteró manuscritos personales, acciones que no pueden ser excusadas o defendidas y que lo dejaron en mala posición a la luz de la controversia sobre el cálculo. Por otro lado, tenía buenos modales y era encantador, con numerosos amigos y admiradores por toda Europa.

Obra:

Leibniz escribió principalmente en tres idiomas: latín escolástico (ca. 40%), francés (ca. 35%) y alemán (menos de 25%). Durante su vida publicó muchos panfletos y artículos académicos, pero solo dos libros filosóficos, De Ars combinatoria y la Théodicée. Publicó numerosos panfletos, con frecuencia anónimos, en nombre de la Casa de Brunswick, entre los que se destaca "De jure suprematum", una importante consideración sobre la naturaleza de la soberanía. Otro libro sustancial apareció póstumamente: su Nouveaux essais sur l'entendement humain (Nuevo ensayo sobre el entendimiento humano), el cual había evitado publicar tras la muerte de John Locke. Solamente hasta 1895, cuando Bodemann completó su catálogo de los manuscritos y la correspondencia de Liebniz, se esclareció la enorme extensión de su Nachlass: aproximadamente 15,000 cartas a más de 1000 recipiendarios, además de 40,000 items adicionales, sin contar que muchas de dichas cartas tienen la extensión de un ensayo. Gran parte de su vasta correspondencia, en particular las cartas fechadas después de 1685, permanecen sin publicar, y mucho de lo que se ha publicado lo ha sido apenas en décadas recientes. La cantidad, la variedad y el desorden de los escritos de Leibniz son el resultado predecible de una situación que él describió de la siguiente manera:

"No puedo terminar de decirles lo extraordinariamente distraído y disperso que soy. Estoy intentando hallar varias cosas en estos archivos; busco papeles antiguos y voy detrás de documentos sin publicar. Con esto espero arrojar alguna luz sobre la historia de la Casa de Brunswick. Recibo y respondo una inmensa cantidad de cartas. Al mismo tiempo tengo tantos resultados matemáticos, pensamientos filosóficos, y otras innovaciones literarias que no se debe permitir que se desvanezcan, que a menudo no sé por dónde comenzar". (1695, carta a Vincent Placcius en Gerhardt)

Las partes existentes de los escritos de Leibniz critical edition (véase la fotografía allí) están organizadas de la siguiente manera:

Serie 1. Correspondencia política, histórica y general. 21 vols. 1666-1701.
Serie 2. Correspondencia filosófica. 1 vol. 1663-1685.
Serie 3. Correspondencia matemática, científica y técnica. 6 vols. 1672-1696.
Serie 4. Correspondencia política, histórica y general. 21 vols. 1666-1701.
Serie 5. Escritos políticos. 6 vols. 1667-1698.
Serie 6. Escritos históricos y lingüísticos. Inactivo.
Serie 7. Escritos filosóficos. 7 vols. 1663-1690 y Nouveaux essais sur l'entendement humain.
Serie 8. Escritos científicos, médicos y técnicos. En preparación.
La catalogación de la totalidad de los Nachlass de Leibniz se inició en 1901. Dos guerras mundiales (con el holocausto judío de por medio, incluyendo a un empleado del proyecto y otras consecuencias personales) y décadas de división alemana (dos Estados divididos por una cortina de hierro, que separaron a los académicos y dispersaron también partes de su legado literario) obstaculizaron grandemente el ambicioso proyecto de edición que debe tratar con el empleo de siete idiomas en cerca de 200,000 páginas de material impreso. En 1985 fue reorganizado e incluido en un programa conjunto de academias federales y estatales alemanas. Desde entonces las ramas en Potsdam, Münster, Hannover y Berlín han publicado en conjunto 25 volúmenes de la edición crítica (hasta 2006), con un promedio de 870 páginas por volumen (comparado con los 19 vólumenes desde 1923), más la preparación de índices y la labor de concordancia.

fama:

Al momento de fallecer Leibniz, su reputación estaba en declive; se le recordaba únicamente por un libro, la Théodicée, cuyo supuesto argumento central fue caricaturizado por Voltaire en su Candide. La descripción que hizo Voltaire de la ideas de Leibniz fue tan influyente que muchos la tomaron como un descripción precisa (esta malinterpretación puede seguir ocurriendo entre ciertas personas legas). De modo que Voltaire tiene algo de responsabilidad en el hecho de que muchas de las ideas de Leibniz sigan sin ser comprendidas. Además, Leibniz tuvo un ardiente discípulo, el filósofo Christian Wolff, cuya apariencia dogmática y superficial contribuyó a dañar considerablemente la reputación de Leibniz. En cualquier caso, el movimiento filosófico se estaba apartando del racionalismo y de la construcción de sistemas del siglo XVII, del cual Leibniz había sido un gran exponente. Su trabajo en derecho, diplomacia e historia fue percibido como efímero en su interés, y la vastedad y la riqueza de su correspondencia se pasó por alto.

Gran parte de Europa llegó a dudar que hubiera descubierto el cálculo independientemente de Newton, y por ende se despreció la totalidad de su trabajo en matemáticas y física. Voltaire, quien admiraba a Newton, también escribió su Candide, al menos en parte para desacreditar la aseveración de Leibniz de su descubrimiento del cálculo y su opinión de que la teoría de la gravitación universal de Newton era incorrecta. El surgimiento de la relatividad y el trabajo subsiguiente en la historia de las matemáticas situaron la posición de Leibniz bajo una luz más favorable.

El largo recorrido de Leibniz hasta su gloria presente empezó con la publicación en 1765 de sus Nouveaux Essais, los cuales fueron leídos rigurosamente por Kant. En 1768 Dutens publicó la primera edición en varios volúmenes de la obra de Leibniz, seguidas en el siglo XIX por varias ediciones, incluyendo la de Erdmann, Foucher de Careil, Gerhardt, Gerland, Klopp y Mollat, así como la publicación de su correspondencia con personajes notables como Antoine Arnauld, Samuel Clarke, Sofía de Hanover y la hija de ésta, Sofía Carlota de Hanover.

En 1900 Bertrand Russell publicó un estudio crítico acerca de la metafísica de Leibniz, y poco después Louis Couturat publicó un importante estudio de Leibniz y editó un volumen de escritos hasta entonces no divulgados, principalmente de lógica. Aunque dichas conclusiones, especialmente las de Russell, se pusieron en duda y a menudo se desecharon, le dieron a Leibniz algo más de respetabilidad entre los filósofos analíticos y lingüísticos del siglo XX del mundo de habla inglesa (Leibniz había sido ya de gran influencia para varios alemanes, como Bernhard Riemann). Sin embargo, la literatura secundaria en habla inglesa sobre Leibniz no floreció realmente sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial, en la bibliografía de Brown.[4] Menos de treinta de las entradas en inglés se publicaron antes de 1946.

Nicholas Jolley (Jolley 217–19) ha dicho que la reputación de Leibniz como filósofo es quizás ahora más alta de lo que lo fue en cualquier momento desde la época de Leibniz, por las siguientes razones:

El trabajo en la historia de las ideas de los siglos XVII y XVIII ha revelado con mayor claridad la "Revolución intelectual" que precedió a la más conocida Revolución Industrial y comercial de los siglos XVIII y XIX.
El menosprecio de la metafísica, característico de la filosofía analítica y lingüística, se ha atenuado.
La filosofía analítica contemporánea continúa recurriendo a ideas diversas de Leibniz acerca de la identidad, la individuación, los mundos posibles.
Se le ve ahora como una importante prolongación del poderoso esfuerzo iniciado por Platón y Aristóteles: el universo y el lugar del hombre en él es atribuible a la razón humana.
La Universidad de Hanover fue nombrada en su honor y en 1985 el gobierno alemán instituyó el Premio Leibniz, que anualmente entrega 1.55 millones de euros para resultados experimentales y 770,000 euros para resultados teóricos (el premio más importante a nivel mundial para las contribuciones científicas).

Filosofía:

El pensamiento filosófico de Leibniz aparece de forma fragmentada, ya que sus escritos filosóficos consisten principalmente en una multitud de textos cortos: artículos de revistas, manuscritos publicados mucho después de su muerte y gran cantidad de cartas con personajes múltiples. Escribió únicamente dos tratados de filosofía, y el que se publicó durante su vida, la Théodicée de 1710, es tanto teológico como filosófico.

El propio Leibniz fecha su inicio como filósofo con su Discurso sobre la metafísica, el cual elaboró en 1686 como un comentario a una disputa entre Malebranche y Antoine Arnauld. Esto condujo a una extensa y valiosa disputa con Arnauld ( Ariew & Garber 69, Loemker §§36,38); dicho comentario y el discurso no se publicaron sino hasta el siglo XIX. En 1695 Leibniz realizó su entrada pública a la filosofía europea con un artículo titulado Nuevo sistema de la naturaleza y comunicación de las sustancias ( Ariew & Garber 138, Loemker §47, Wiener II.4). En el período 1695-1705 elaboró sus Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, un extenso comentario sobre An Essay Concerning Human Understanding(1690) de John Locke, pero al enterarse de la muerte de Locke en 1704 perdió el deseo de publicarlo, de modo que los Nuevos ensayos no se publicaron sino hasta 1765. La Monadologie, otra de sus obras importantes, compuesta en 1714 y publicada póstumamente, consta de 90 aforismos.

Leibniz conoció a Spinoza en 1676 y leyó algunos de sus escritos sin publicar, y se sospecha desde entonces que se apropió de algunas de sus ideas. A diferencia de Descartes, Leibniz y Spinoza tenían una educación filosófica rigurosa. La disposición escolástica y aristotélica de su mente revelan la fuerte influencia de uno de sus profesores en Leipzig, Jakob Thomasius, quien supervisó además su tesis de grado. Leibniz también leyó vorazmente a Francisco Suárez, un jesuita español, respetado incluso en las universidades [luteranas]]. Tenía un profuno interés por los nuevos métodos y conclusiones de Descartes, Huygens, Newton y Boyle, pero observaba sus trabajos desde una perspectiva bastante influida por las nociones escolásticas. Sin embargo, sigue siendo notable el que sus métodos y preocupaciones anticipan con frecuencia la lógica y la filosofía analítica y lingüística del siglo XX.

Los principios [editar]Leibniz recurría de forma libre a uno u otro de siete principios fundamentales (Mates 1986: 7.3, 9))y Mercer (2001: 473–84):

identidad/contradicción. Si una proposición es verdadera, entonces su negación es falsa, y viceversa.
Identidad de los indiscernibles. Dos cosas son idénticas si y sólo si comparten las mismas propiedades.
Principio de razón suficiente. "Debe existir una razón suficiente (a menudo sólo por Dios conocida) para que cualquier cosa exista, para que cualquier evento se produzca, para que cualquier verdad pueda obtenerse." (LL 717)
Armonía preestablecida.[5] "La naturaleza apropiada de cada sustancia hace que lo que le ocurre a una corresponda a lo que le ocurre a las otras, sin que sin embargo actúen entre ellas directamente." (Discurso sobre la metafísica, XIV). "Un vaso que se cae se hace añicos porque 'sabe' que ha tocado el suelo, y no porque el impacto con el suelo lo 'compela' a partirse."
Continuidad. Natura non saltum facit. Un concepto análogo en matemáticas a este principio sería el siguiente: Si una función describe una transformación o algo a lo cual se aplica la continuidad, entonces su dominio y su rango serán ambos conjuntos densos.
Optimismo. "Indudablemente Dios siempre elige lo mejor." (LL 311).
Plenitud. "El mejor de los mundos posibles actualizaría cada posiblidad genuina, y el mejor de los mundos posibles contendrá todas las posibilidades, con nuestra experiencia finita de la eternidad que no provee razones para disputar la perfección de la naturaleza."
Al segundo principio se le llama con frecuencia "la Ley de Leibniz" [1]. Dicho principio ha sido objeto de grandes controversias, en particular de la filosofía corpuscular y la mecánica cuántica.

Las mónadas:

La contribución más conocida de Leibniz a la metafísica es su teoría de las mónadas, tal como la expuso en la Monadologie. Las mónadas son al ámbito metafísico lo que los átomos al ámbito físico/fenomenal; las mónadas son los elementos últimos del [universo]]. Son "formas del ser substanciales" con las siguientes propiedades: son eternas, no pueden descomponerse, son individuales, están sujetas a sus propias leyes, no son interactivas y cada una es un reflejo de todo el universo en un armonía preestablecida (un ejemplo históricamente importante de pansiquismo). Las mónadas son centros de fuerza; la substancia es fuerza, mientras el espacio, la materia, y el movimiento son meramente fenomenales.

La esencia ontológica de una mónada es su simpleza irreductible. A diferencia de los átomos, las mónadas no poseen un carácter material o espacial. También difieren de los átomos en su completa independencia mutua, de modo que las interacciones entre mónadas son sólo aparentes. Por el contrario, en virtud del principio de la armonía preestablecida, cada mónada obedece un conjunto particular de "instrucciones" preprogramadas, de modo que una mónada "sabe" qué hacer en cada momento. (Estas "instrucciones" pueden entenderse como análogas a las leyes científicas que gobiernan a las partículas subatómicas.) En virtud de estas instrucciones intrínsecas, cada mónada es como un pequeño espejo del universo. Las mónadas son necesariamente "pequeñas"; e.g., cada ser humano constituye una mónada, en cuyo caso el libre albedrío se torna problemático. Igualmente, Dios es una mónada, y su existencia puede inferirse de la armonía prevaleciente entre las mónadas restantes; Dios desea la armonía preestablecida.

Su supone que las mónadas se han deshecho de lo problemático:

de la interacción entre la mente y el cuerpo (veáse el problema mente cuerpo que surge en el sistema de Descartes);
de la falta de individuación inherente al sistema de Spinoza, el cual presenta a las criaturas individuales como meramente accidentales.
La monadología fue vista como arbitraria, excéntríca incluso, en la época de Leibniz y desde entonces.

Teodicea:

La Teodicea intenta justificar las evidentes imperfecciones del mundo, afirmando que se trata del mejor de los mundos posibles. Tiene que ser el mejor y más equilibrado de los mundos posibles, ya que fue creado por un Dios perfecto. En Rutherford (1998) se encuentra un estudio académico detallado acerca de la Teodicea de Leibniz.

Esta concepción de "el mejor de los mundos posibles" de Leibniz es incorrecta, ya que toda su justificación de Dios se basa en su capacidad ordenadora, no moralmente sino matemáticamente. Para Leibniz, este es el mejor de los mundos posibles, sin entender "mejor" de un modo moralmente bueno, sino matemáticamente bueno, ya que Dios, de las infinitas posibilidades de mundos, ha encontrado la más estable entre variedad y homogeneidad. Es el mundo matemática y físicamente más perfecto, ya que las combinaciones (sean moralmente buenas o malas, no importa) son las mejores posibles. Leibniz reescribe al final de este libro una fábula que viene a simbolizar esto mismo: la perfección matemática de este mundo real frente a todos los posibles, que siempre se encuentran en la imperfección y descompensación de hetereogeneidad y homogeneidad, siendo el infierno el máximo homogéneo (los pecados se repiten eternamente) y el paraíso el máximo heterogéneo.

La afirmación de que "vivimos en el mejor de los mundos posibles" le atrajo burlas, más notablemente de Voltaire, quien lo caricaturizó en su novela cómica Candide, al introducir un personaje el Dr. Pangloss (una parodia de Leibniz) que la repite como un mantra. De ahí proviene el adjetivo "panglosiano", para describir a alguien tan ingenuo como para creer que nuestro mundo es el mejor de los mundos posibles.

El matemático Paul de Bois-Reymond escribió, en sus Pensamientos de Leibniz sobre la ciencia moderna, que Leibniz pensaba en Dios como un matemático.

"Como se sabe, la teoría de máximos y mínimos de las funciones está en deuda con él por el progreso, gracias al descubrimiento del método de las tangentes. Pues bien, concibe a Dios en la creación del mundo como un matemático resolviendo un problema de mínimos, o más bien, en nuestra fraseología moderna, un problema en el cálculo de las variaciones — siendo la cuestión determinar, entre un número infinito de mundos posibles, aquél en el cual se minimiza la suma del mal necesario".

Una defensa cautelosa del optimismo de Leibniz recurriría a ciertos principios científicos que emergieron en los dos siglos desde su muerte y que están ahora establecidos: el principio de la menor acción, la conservación de la masa y la conservación de la energía.

Conocimiento:

Percepción y apercepción. Las mónadas tienen percepciones. Pueden ser claras u oscuras. Las cosas tienen percepciones sin conciencia. Cuando las percepciones tienen claridad y conciencia y a un tiempo van acompañadas por la memoria, son apercepción, propia de las almas. Las humanas pueden conocer verdades universales y necesarias. Así, el alma es espíritu. En la cumbre de la escala de las mónadas está la divina. Una buena fuente para profundizar esto último se encuentra en la monadología.

Leibniz distingue entre verdades de razón y verdades de hecho. Las primeras son necesarias. Las segundas no se justifican "a priori", sin más. Dos y dos son cuatro es una verdad de razón. "Colón descubrió América" es una verdad de hecho, porque pudo haber sido de otra manera, es decir, "Colón no descubrió América". Pero Colón descubrió América porque ello estaba en su ser individual, Colón (mónada). Las verdades de hecho están incluidas en la esencia de la mónada. Pero solamente Dios conoce todas las verdades de hecho, porque en su omnisciencia y omnipotencia no puede haber distinciones de verdades de razón y de hecho de cada mónada. Sólo Dios puede comprender las verdades de hecho, pues ello presupone un análisis infinito.

Leibniz, en el orden del conocimiento, afirmará un tipo de innatismo. Todas las ideas sin exclusión proceden de la actividad interna que le es propia a cada mónada. Las ideas, por ello, son innatas. Leibniz se opondrá a Locke y a todo el empirismo inglés.

Principio de razón suficiente:

El principio de razón suficiente, enunciado en su forma más acabada por Gottfried Leibniz en su Teodicea, afirma que no se produce ningún hecho sin que haya una razón suficiente para que sea así y no de otro modo. De ese modo, sostiene que los eventos considerados azarosos o contingentes parecen tales porque no disponemos de un conocimiento acabado de las causas que lo motivaron.

El principio de razón suficiente es complementario del principio de no contradicción, y su terreno de aplicación preferente son los enunciados de hecho; el ejemplo tradicional es el enunciado "César pasó el Rubicón", del cual se afirma que, si tal cosa sucedió, algo debió motivarlo.

De acuerdo a la concepción racionalista, el principio de razón suficiente es el fundamento de toda verdad, porque nos permite establecer cuál es la condición —esto es, la razón— de la verdad de una proposición. Para Leibniz, sin una razón suficiente no se puede afirmar cuándo una proposición es verdadera. Y dado que todo lo que sucede sucede por algo, es decir, si todo lo que sucede responde siempre a una razón determinante, conociendo esa razón se podría saber lo que sucederá en el futuro. Éste es el fundamento de la ciencia experimental.

Sin embargo, dados los límites del intelecto humano, hemos de limitarnos a aceptar que nada ocurre sin razón, a pesar de que dichas razones muy a menudo no pueden ser conocidas por nosotros.

Una de las consecuencias generales para la física del principio de razón suficiente fue condensada por Leibniz en forma de aforismo: "En el mejor de los mundos posibles la naturaleza no da saltos y nada sucede de golpe", lo cual vincula dicho principio con el problema del continuo y de la infinita divisibilidad de la materia.

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