domingo, 29 de junio de 2008

Cayo Mario

Cayo Mario (en latín: C·MARIVS·C·F·C·N)[1] (Arpino, c. 157 a. C. - Roma, 13 de enero de 86 a. C.), político y militar romano, llamado tercer fundador de Roma[2] por sus éxitos militares. Fue elegido cónsul siete veces a lo largo de su vida, algo sin precedentes en la historia de Roma. También se destacó por las reformas que impuso en los ejércitos romanos, autorizando el reclutamiento de ciudadanos sin tierras y reorganizando la estructura de las legiones, a las que dividió en cohortes.

Inicios de su carrera:

Mario nació en Arpino, al sur del Lacio, alrededor del 157 a. C. en el seno de una familia acomodada. La ciudad había sido conquistada por Roma a finales del siglo IV a. C., y se le concedió la ciudadanía romana sin derecho de voto. Sólo en el año 188 a. C. la ciudad consiguió la ciudadanía romana plena.

A pesar de que Plutarco afirma que el padre de Mario era un trabajador, esto es casi seguramente falso. El hecho de que Mario tuviese conexión con la nobleza en Roma y que tuviese enlaces matrimoniales con la nobleza local de Arpino nos indica que debía pertenecer a una familia de cierta importancia dentro de la clase ecuestre.[3] Los problemas que tuvo que afrontar en su carrera política muestran las dificultades que se encontraba un hombre nuevo (nombre que recibían los ciudadanos romanos sin ascendientes dentro de las principales familias).

Existe una leyenda sobre la infancia de Mario que comenta que, cuando todavía era un adolescente, encontró un nido de un águila con siete polluelos en su interior. Dado que las águilas se consideraban animales sagrados de Júpiter, el dios supremo de los romanos, más tarde habría sido analizado como un presagio que predecía su elección como cónsul siete veces.[4] Más tarde, como cónsul decretó que el águila fuese el símbolo del Senado y el Pueblo de Roma.

Desde muy joven ejerció de tribuno militar en Numancia donde despertó el interés de Escipión Emiliano, quien le animó a emprender la carrera pública a pesar de su situación (entendiendo por ello que era un hombre nuevo). En esta etapa, Mario se presentó a las elecciones de Tribuno militar. Según Salustio, a pesar de que era un desconocido para los electores, las tribus lo votaron por sus méritos militares.

La familia de Mario era cliente de los Cecilios Metelos, y el joven contó con el apoyo de Quinto Cecilio Metelo el Numídico para alcanzar ganar las elecciones para Tribuno de la plebe (120 a. C.). Mario ingresó asimismo en el senado, dado que todas las personas que hubiesen ocupado dicho cargo tenían derecho a entrar en esta asamblea. El contacto existente con Cecilio Metelo también nos da otro argumento a favor de la opinión de que su familia no eran simples trabajadores.

Durante su tribunado, Mario iba a manifestar ya los rasgos contradictorios que marcarán su acción política. En efecto, mientras se indisponía con la nobilitas y con su propio protector, como consecuencia de una propuesta de lex tabellaria, que dificultaba la presión coercitiva de la oligarquía en la mecánica de las votaciones, se ganaba la animosidad popular al oponerse a una populista lex frumentaria, que pretendía ampliar los repartos de trigo a la plebs urbana (y con ellos la corrupción y la compra de votos). Se desconoce si en ambos casos Mario actuaba en interés del orden ecuestre y/o de los suyos propios.

En cualquier caso su carrera política sufrió una paralización transitoria, presentándose y perdiendo las elecciones para edil curul y edil plebeyo. Esta derrota electoral fue, al menos en parte, debida a la enemistad de la familia Metelo.[5] En principio parecería que su modesto origen no parecía predestinarle para las altas magistraturas, pero en el 116 a. C., fue nombrado pretor, en circunstancias, al parecer, tan dudosas que le acarrearon un juicio de ambitu, acusado de sobornar a los votantes. Ganó por muy poco el juicio subsiguiente y consiguió el puesto de pretor en Roma (como pretor urbano, pretor peregrino o presidente de la corte de extorsiones).

Tras pasar su año como pretor en Roma, en 114 a. C., Mario fue enviado a gobernar la Hispania Ulterior en calidad de propretor. Al parecer tomó parte en algún enfrentamiento militar menor, pero no recibió ningún triunfo a su vuelta. Dado que en esta época era habitual que el puesto de gobernador en Hispania durase 2 años, es probable que se le reemplazase en el año 113 a. C.

En el año 110 a. C. se casa con Julia Maior, tía de Julio César, cuya patricia cuna e influencia favorecían su aspiración al puesto de cónsul. Dicho matrimonio nos indica que para entonces Cayo Mario ya habría adquirido una cierta influencia política.

La guerra de Yugurta:

Si bien parece que tras acceder al tribunado de la plebe hubo una ruptura entre Mario y Metelo, dicha ruptura no fue del todo permanente, puesto que en el año 109 a. C. Metelo le tomó como legado en la campaña militar contra el rey Yugurta.

No sabemos en qué circunstancias el clan Metelo se reconcilió con Mario, ni si se trataba de un perdón sincero u obligado por las circunstancias; en todo caso, Mario, tras un año de propretura en la Hispania Ulterior, fue incorporado como lugarteniente al ejército africano de Metelo en su campaña contra el númida Yugurta. Con ello Metelo buscaba probablemente la gran experiencia de Mario como militar, mientras que Mario pretendía fortalecer su carrera política para acceder al consulado.

Acceso al consulado:

En el año 108 a. C. Mario pidió permiso a Metelo para dejar su puesto de legado e ir a Roma para optar a las elecciones para el consulado. Metelo no le dio el permiso, y le ofreció reconsiderarlo y optar a dicho puesto con su hijo, que en ese momento tenía 20 años (lo cual supone que no accedería al cargo hasta después de otros 20). Ante esta situación (Mario necesitaba el permiso de Metelo para abandonar su puesto), Mario pasó el verano congraciándose con las tropas, mediante la relajación de la disciplina, así como con los comerciantes italianos, sugiriendo que de estar él al mando podría lograr una victoria fácil y rápida en Numidia contra Yugurta. Ambos grupos escribieron a Roma, hablando muy bien de él y criticando las tácticas de Metelo, que basaba su estrategia en una lenta guerra de desgaste. Tras esto Metelo decidió ceder y dejarle ir, ante el perjuicio que le causaría seguir manteniéndole como subordinado.

Mario volvió a Roma y se presentó al consulado, siendo elegido en el año 107 a. C. No es de extrañar su elección teniendo en cuenta que recientemente los ciudadanos habían presenciado varias debacles militares provocadas por la incompetencia de ciertos miembros de la aristocracia, así como varias acusaciones de corrupción. Mario se presentaba como una alternativa: el virtuoso hombre nuevo, que con tanto trabajo había llegado hasta donde estaba.

El Senado, por su parte, decidió que entre las provincias consulares a repartir entre los cónsules de ese año no estaría Numidia y la guerra contra Yugurta, y prorrogó a Metelo en el mando. Mario se defendió utilizando una técnica para desviar la decisión a la Asamblea de Ciudadanos, en lugar del Senado, dado que ahí contaba con mucho más apoyo. Esta técnica ya se había usado en el 131 a. C., cuando un tribuno había presentado una ley para autorizar a la Asamblea a elegir un comandante (al parecer también existía un precedente de la Segunda Guerra Púnica).

Mario presentó una ley similar, y las asambleas le votaron como comandante tras esta elección especial. Metelo, por su parte, tuvo que volver, pero el Senado le concedió en contraprestación el título de Numídico (conquistador de Numidia).

Reclutamiento:

Las legiones formadas por hacendados sufrieron una serie de graves derrotas, en gran parte debidas a la incapacidad de dirección de los aristócratas romanos, por lo que causaron un gran número de bajas en sus filas. Mario, que necesitaba más tropas, tuvo que recurrir a métodos no convencionales, y posiblemente ni siquiera se dio cuenta de las consecuencias futuras que traerían sus reformas.

Después de las reformas agrarias de los Graco, se había asentado el tradicional reclutamiento romano, que excluía del servicio a aquellos que no tuviesen propiedades suficientes para entrar en el censo de la quinta clase. Parece ser que se redujo el requisito para formar parte de la quinta clase de 11.000 a 3.000 sestercios de propiedad, y que incluso en el año 109 a. C. los cónsules habían aprobado una suspensión de estas restricciones. En el año 107 a. C. Mario decidió ignorar la cualificación del censo completamente, y comenzó a reclutar a hombres libres sin ninguna propiedad. A estos hombres se les asignaba una paga (la soldada), mediante la cual pagarían a plazos el equipamiento militar que les aportaba el estado. Desde ese momento los ejércitos romanos pasarían a estar formados en su mayoría por ciudadanos pobres del capiti censi o censo por cabezas, cuyo futuro tras el servicio pasaría a depender principalmente de que su general lograse distribuir tierras a sus veteranos.

Por ello, los soldados comenzaron a tener un gran interés personal en las disputas entre su general y el Senado. Si bien Mario no reparó en dicho potencial, en menos de dos décadas su ex-cuestor, Sila lo acabaría usando contra el Senado y contra el propio Mario.

El cambio también supuso el comienzo de la profesionalización del ejército (que terminaría en época del Imperio). Los soldados comenzaron a recibir una paga y su manutención y equipación la proveía el estado.

El hecho de concederle a los más desfavorecidos la posibilidad de alistarse en las legiones romanas le trajo más de un enfrentamiento en el Senado. Estos nuevos legionarios eran analfabetos y por tanto no sabían desenvolverse dentro del campo de batalla igual que los anteriores soldados propietarios. Por este motivo, Mario ideó un símbolo el cual debían seguir todos hasta su último suspiro. Este símbolo era el águila, estandarte que de aquí en adelante sería símbolo de las legiones romanas.

El final de la guerra númida:

La guerra que Mario había prometido ganar con celeridad duraría aún otros tres años, lo que parece demostrar que Metelo había actuado con honradez y con la única táctica posible, frente a un enemigo astuto y buen conocedor de las guerrillas, en un territorio por completo favorable a los númidas. Mario hubo de imitar la táctica de Metelo, deteniéndose en el asedio de las plazas fuertes, con las que Yugurta contaba para frenar el avance romano. Sometiendo al pillaje y destrucción el territorio enemigo, Mario avanzó, en una lenta marcha hacia el oeste, hasta los confines del reino númida con Mauritania, donde Yugurta, siempre escurridizo, iba siendo acorralado.

La aproximación del frente de lucha al reino de Mauritania indujo finalmente a su rey Bocco, suegro de Yugurta, a romper la neutralidad, que, tanto Metelo como Mario, habían penosamente conseguido, y prestar ayuda a su yerno. Cuando, tras su segundo año de campaña en África, a finales de 106, Mario se retiraba hacia sus cuarteles de invierno en el este, fue atacado y acorralado por las fuerzas conjuntas de los dos monarcas africanos.

Su cuestor en ese momento era Lucio Cornelio Sila, hijo de una familia patricia venida a menos. Si bien Mario no estaba al principio del todo contento por tener que aceptar al inexperto y afeminado Sila para ocupar un puesto de esa responsabilidad, dado que no tenía experiencia militar previa, éste demostró ser un competente y voluntarioso líder militar. Cuando en el año 105 a. C. se reanudaron los contactos con Bocco, rey de Mauritania y suegro de Yugurta, preocupado por el avance romano, Sila logró deshacer la coalición, apresurando a Bocco a solicitar la paz con los romanos. Tras laboriosas negociaciones, que ocuparon la mayor parte de 105, y en las que Bocco vacilaba en un doble juego con Yugurta y con los romanos, finalmente el cuestor logró convencer al rey mauritano para que atrajera a una trampa a su yerno, que cayó así finalmente en manos de Mario.

No se sabrá nunca con certeza a quién se debe atribuir el final de la guerra. Parece que no sería obra tanto del genio militar de Mario, como de la astucia y las artes diplomáticas de Sila pero, por otra parte, no sería lógico pensar que Sila actuase por su cuenta y riesgo, sino que seguía un plan predefinido por su comandante. Por ello, y dado que Mario era el comandante de Sila, el honor de la captura de Yugurta le pertenecía a él. Si bien eso no importaba en este momento, y ambos personajes salían ganando, más adelante Sila afirmaría que el mérito del fin de la guerra fue en exclusiva suyo. Mientras tanto, Mario era el héroe del momento, y pronto se requerirían sus servicios para otra emergencia.

Gracias a sus victorias en Numidia (norte de África) se ganó el apodo de "Zorro de Arpinum", última localidad lacial que consiguió adherirse a Roma.

Cimbrios y Teutones:

La llegada de los Cimbrios a la Galia en el año 109 a. C., durante la Guerra Cimbria, y la derrota sin paliativos de su compañero consular Marco Junio Silano llevó a un malestar creciente en las tribus célticas conquistadas recientemente en el sur de la Galia. En el año 107 a. C., el cónsul Lucio Casio Longino fue derrotado por una tribu local y su oficial superviviente, Cayo Popilio Laenas (hijo del cónsul del mismo nombre del año 132 a. C.) había salvado lo posible tras el abandono de parte del equipamiento y tras la humillación de pasar bajo el yugo. Al año siguiente, otro cónsul, Quinto Servilio Cepio marchó a la Galia y capturó la ciudad de Tolosa (Toulouse), en donde capturó una enorme suma de dinero (el oro de Tolosa). Parte de ese dinero desapareció misteriosamente cuando se transportaba a Massilia (actual Marsella). Cepio fue prorrogado en el mando un año más y cuando uno de los cónsules, Cneo Malio Máximo, otro hombre nuevo entró a operar militarmente en el sur de la Galia. Él y el noble Cepio (que era incapaz de ponerse a las órdenes de un hombre nuevo, a pesar de que fuese un cónsul, debido a su linaje) fueron incapaces de cooperar.

Aparecieron entonces los Cimbrios y los Teutones, tribus germánicas en plena migración), y la falta de cooperación entre Cepio y Malio (mantuvieron sus fuerzas separadas y bastante distancia) ayudó a los germanos a rodear a Cepio y destruir el ejército de Malio. Como los romanos luchaban con el río a su espalda, la huida era imposible, y se dice que se contabilizaron 80.000 muertos. Esta gran derrota y la culpa aparente de la nobleza por su arrogancia fue la gota que colmó el vaso. Italia se encontraba a merced de la invasión de las hordas de bárbaros y el descontento popular con la oligarquía llegó a su máximo.

Mario como cónsul:

A finales del año 105 a. C. Mario fue elegido cónsul por segunda vez mientras se encontraba todavía en África. La elección en ausencia o in absentia era ya algo bastante inusual, pero no sólo eso. Algún tiempo después del año 152 a. C. se promulgó una ley que establecía un lapso de tiempo de 10 años que debería transcurrir para que una misma persona optase a otro consulado, e incluso existe alguna evidencia de que alrededor del año 135 a. C. hubo una ley que llegó a prohibir los segundos consulados. Sin embargo, en este momento habían llegado noticias a Roma del avance de la tribu de los Cimbrios, y para la emergencia se eligió a Mario como cónsul. La ley se repitió, y Mario fue elegido durante cinco años consecutivos (104 - 100 a. C.) en un hecho sin precedentes en la historia de Roma. Volvió a Roma aproximadamente el 1 de enero del año 104 a. C., para celebrar su triunfo sobre Yugurta, que fue llevado en procesión y ejecutado al final de la misma.

Los Cimbrios, por otro lado, marcharon hacia Hispania, y los Teutones se dirigieron al norte de la Galia, dejando a Mario tiempo para preparar su ejército. Uno de sus legados en ese momento fue su antiguo cuestor, Lucio Cornelio Sila, lo que demuestra que por entonces no existía ningún conflicto entre ellos.

Mario fue reelegido para cónsul para el año 103 a. C., aunque pudo haber continuado operando en el cargo de Procónsul. Parece ser que su posición como cónsul haría su nombramiento como comandante completamente indiscutible y evitaría problemas con los cónsules que habrían surgido de haber sido simplemente procónsul (con un rango inferior). Mario parece que pudo conseguir todo lo que deseaba, y que esto lo logró gracias al apoyo del pueblo, que elegían a sus colegas consulares en función de sus deseos. En el año 103 a. C. los Germanos todavía no habían salido de Hispania, y el colega consular de Mario (Lucio Aurelio Orestes) murió, por lo que Mario se vio obligado a volver a Roma para las elecciones, siendo reelegido para el año 102 a. C.

fin de la Primera Parte

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