La Guerra de la Triple Alianza (1864–1870), llamada por los paraguayos Guerra Grande o Guerra contra la Triple Alianza, por los brasileños Guerra do Paraguai y por los uruguayos y argentinos Guerra del Paraguay, fue la guerra en la cual la "Triple Alianza" —una coalición conformada por Brasil, Uruguay y Argentina— luchó militarmente contra el Paraguay.
Existen varias teorías respecto de los detonantes de la guerra. En esencia, el revisionismo argentino y la visión tradicional paraguaya atribuyen un rol preponderante a los intereses del Imperio Británico.[1] [2] La visión alternativa pone el acento en la agresiva política del mariscal Solano López respecto de los asuntos rioplatenses. Comenzó a fines de 1864 con las acciones bélicas entre Brasil y Paraguay, por esto recién a partir de 1865 puede hablarse de "Guerra de la Triple Alianza".
Desarrollo:
En el periodo post-independencia de América, el Paraguay, que junto con la Argentina fue el primer país iberoamericano en independizarse (acontecimiento acaecido el 14 de mayo de 1811), se enfrascó en un duro régimen dictatorial liderado más de treinta años por el Doctor Gaspar Rodríguez de Francia, intelectual paraguayo, considerado como una de las personas más ilustres de América del Sur, pero a su vez, conocido por su despotismo y tiranía. Al final de su mandato, el país pudo romper décadas de auto-aislacionismo y reabrir sus fronteras con sus vecinos. El resultado de más de treinta años de encierro, aunque para muchos parezca paradójico, fue la construcción de los cimientos para que, en las dos décadas siguientes, el país se conviertiera en uno de los más florecientes de América.
A la muerte de Francia, le sucedió Carlos Antonio López, que impulsó notablemente el desarrollo socio-económico de Paraguay. Las relaciones internacionales nacieron con rapidez, los productos distintivos del Paraguay, como el tabaco guaraní, la yerba mate (de nombre científico Ilex paraguayensis), la stevia y el muy apreciado algodón paraguayo recorrían Europa y otras partes del Globo.
La primera línea ferroviaria[cita requerida], los primeros telégrafos y la primera fundición de hierro de toda Sudamérica eran instalados en las ciudades de Asunción e Ybycu'i, mientras que el primer buque hecho en Latinoamérica y uno de los primeros del continente, el "Yporã", con una fornida coraza de acero, era botado en los astilleros de Asunción. Semanas antes de la muerte de Carlos Antonio López, el Paraguay era un país sin desempleados. La educación era obligatoria y gratuita con casi 30.000 niños en las escuelas (resultado obtenido en menos de 15 años). Las industrias textiles, siderúrgicas y de la construcción empezaban a dar sus primeros pasos, favorecidas por las políticas proteccionistas implementadas en su favor. Todo indicaba que el Paraguay se convertiría en un punto de referencia en la economía de los países del Nuevo Mundo.
Carlos Antonio López redactó un pliegue constitucional con el cual designaba a su hijo, el brigadier Francisco Solano López, presidente provisorio, siendo obligatoria la convocatoria de una Asamblea Constituyente para la formación de un nuevo gabinete. Las últimas palabras del padre al hijo fueron: "Nunca olvide Usted que la pluma es siempre más sabia y siempre resuelve mejor los problemas que la espada. Así pues, úsela con bravura pues con ella jamás le faltará la razón..." El 5 de septiembre de 1862 fallecía uno de los máximos estadistas del Continente, hombre poco conocido por la Historia Universal. En noviembre del mismo año, la Asamblea Constituyente resuelve nombrar a Francisco Solano López como presidente del Paraguay, siendo ascendido al rango de Mariscal.
Como "Guerra de la Triple Alianza" el conflicto se desencadenó cuando el Mariscal Francisco Solano López, presidente paraguayo, decidió acudir en ayuda del gobierno ejercido por el Partido Blanco (o Nacional) del Uruguay, en guerra civil contra el Partido Colorado, apoyado militarmente por Brasil. Solano López solicitó al presidente argentino Bartolomé Mitre, el permiso para que sus tropas atravesaran la provincia de Corrientes rumbo al Uruguay para colaborar en la Defensa de Paysandú. Mitre negó tal permiso, puesto que permitir que tropas beligerantes atravesaran por su territorio hubiese constituido un abandono de la posición hasta entonces neutral de la Argentina, y porque simpatizaba con el Partido Colorado del Uruguay.
Ante la negativa mitrista, tropas paraguayas ocuparon la provincia argentina de Corrientes, lo cual forzó el ingreso de la Argentina en la guerra y su alianza con Brasil, aunque la entrada en el conflicto era impopular en Argentina (de modo que gran parte de las tropas enviadas lo fueron forzadamente y estaban compuestas en gran medida por hombres de origen africano semiesclavizados, esto explica por qué uno de los motes que recibieron estas tropas fuera el de "cambas"). Brasil se favoreció entonces con la entrada de un nuevo aliado en la conflagración. La financiación de la guerra la obtuvieron mediante las casas de empréstitos británicos, que veían conveniente el conflicto contra Paraguay, uno de los pocos países que no había caído en su tutela económica, el proteccionismo le produjo al Paraguay un gran desarrollo económico en comparación con otros estados sudamericanos.
La guerra terminó —en el combate de Cerro Corá— con una derrota total de Paraguay, que conllevó incluso un desastre demográfico: la población del país, aproximadamente 1.525.000 personas antes de la guerra, fue reducida a unos 221.000 luego de ella (1871), de los que solamente unos 28.000 eran hombres. Según otras fuentes, murieron cinco sextas partes de su población. Otros historiadores, como el argentino Felipe Pigna, amplían estas cifras a 1.300.000 habitantes antes de la guerra, quedando reducida a 300.000 después de la misma, la mayoría sólo niños y mujeres.[3]
Paraguay perdió gran parte de su territorio (160 mil km²) y fue obligado a pagar una abultada indemnización de guerra: el préstamo de 200.000 £ recibido de Inglaterra debió saldarse con refinanciaciones llevando la suma a 3.220.000 £.
Antecedentes:
La instalación de los portugueses en el Brasil significó conflictos con España que no pudieron ser resueltos con los tratados entre los dos estados ibéricos (Tratado de Utrecht, Tratado de Madrid, Tratado de San Ildefonso o de Permuta, etc.). Si en el siglo XVI la provincia o gobernación del Paraguay tenía directa salida al océano Atlántico a través de los territorios de La Guayra o La Pinería y de Ybiazá o La Vera, esto es, territorios que corresponden actualmente a los estados brasileños de Paraná y Santa Catarina, el período llamado de Unión de las Coronas durante el siglo XVII lejos estuvo de servir para reducir el conflicto en la región: los lusobrasileños, en complicidad con los encomenderos de Asunción, arreciaron con sus "malocas" esclavistas de bandeirantes y mamelucos al abrigo de la obligada pasividad de las autoridades españolas, que en algunos eran socias de los portugueses.
En esa época los bandeirantes destruyeron las poblaciones españolas de San Vicente de Ybiazá, Ontiveros, Villa Rica del Espíritu Santo I, Ciudad Real del Guayrá y las reducciones jesuitas de San Ignacio Miní, Loreto, Santa María del Iguazú, etc. La expansión lusobrasileña no se detuvo en el Guayrá y en La Vera sino que alcanzó al curso alto del río Paraguay tras la destrucción de la ciudad de Santiago de Jerez y las misiones del Itatín en el valle del río Mbotetey (llamado actualmente Miranda por los brasileños). Los tratados de límites entre las posesiones españolas y portuguesas fueron un intento para frenar el expansionismo del Brasil portugués (y luego del estado brasileño) pero los brasileños consideraban que los accidentes geográficos que servirían de fronteras eran muy distintos de los considerados por los hispánicos. Un ejemplo de esto —y muy concerniente a Paraguay— era el río Ygurey: la opinión española —y luego la paraguaya— consideraba que el río Ygurey era el que los brasileños llamaban y llaman Vacaria (en su curso superior) e río Ivinheima en su curso inferior; por lo contrario, los brasileños llamaban y llaman "Ygurey" (o "Igureí") al pequeño río que corre mucho más al sur y que los guaraníes e hispanos llamaron y llaman río Carapá. En cuanto a los límites paraguayo-brasileños en el Chaco Boreal, Paraguay reivindicaba la frontera del río Yaurú o, por lo menos luego en una actitud de intención conciliatoria con Brasil, la del llamado río Negro que afluye desde el noroeste al río Paraguay al norte de la Bahía Negra.
De este modo, al producirse la independencia paraguaya en 1811 los límites del Paraguay con el Brasil eran por el noroeste el Ygurey propiamente dicho (Ivinheima), es decir el gran afluente del río Paraná y al noreste el río Blanco que desemboca en el río Paraguay casi frente al Fuerte Olimpo. Más aún, Paraguay mantenía por motivos históricos y poblacionales que su jurisdicción hacia el oeste abarcaba zonas del actual estado brasileño de Paraná.
Al inicio del período de la independencia respecto al Reino de España nuevamente arreciaron las incursiones brasileñas, aunque estas se atenuaron durante el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia por dos motivos principales: una política económica del Paraguay que era favorable al Brasil (apertura de zonas francas en Itapúa y en Fuerte Olimpo) y una alianza de hecho contra el afianzamiento de Rosas en la Confederación Argentina, tras la guerra que las Provincias Unidas del Río de la Plata libraron con Brasil (véase Guerra del Brasil). Sin embargo, al ser derrocado Rosas en 1852 las alianzas brasileñas se revirtieron y se acentuó la presión del Imperio de Brasil para que la república paraguaya aceptara los límites pretendidos por el estado brasileño, principalmente la cesión de las áreas de yerbales ubicadas entre el Igurey/ Ivinheima y Punta Porá. Un efímero intento de conciliación fue la declaración de una zona neutral, cuya delimitación debía hacerse por vías pacíficas. Empero, hacia inicios de los años 1860 las incursiones brasileñas volvieron a incrementarse y el pacto fue violado por Brasil al fundar la Colonia militar de Dourados al sur del río Ygurey/ Ivinheima.
Ante esto el estado paraguayo protestó pero trató de evitar una reacción bélica, en realidad hasta 1864 lo que intentó el estado paraguayo fue incrementar su poderío militar y su influencia en el Cono Sur. El intento de incrementar la influencia en el área sería uno de los motivos de fricción con el gobierno de Buenos Aires. Sin embargo, las situación fue precipitada nuevamente por el Imperio de Brasil cuando facilitó el derrocamiento del legítimo presidente de Uruguay, Bernardo Prudencio Berro y sus inmediatos sucesores. En efecto, bajo pretexto de abigeato, a inicios de 1864 el Imperio de Brasil conminó al presidente uruguayo Atanasio Cruz Aguirre (del partido nacional uruguayo) a que efectuara —imposibles— resarcimientos al Brasil. El llamado abigeato habría ocurrido en un sector de territorio (entre los ríos río Ibicuy y Cuareim) que había sido entregado al Imperio del Brasil por el autodenominado Gobierno de la Defensa de Montevideo en 1851, si bien nunca hasta entonces refrendados por los gobiernos blancos de la R.O.U.. Ante esto, en abril de 1864 Francisco Solano López se ofreció como mediador, oferta que fue despreciada por el estado brasileño. Hasta que el 4 de agosto de 1864, el ministro brasileño Jose Antonio Saraiva, envió un ultimátum al gobierno uruguayo de Atanasio Aguirre amenazando con represalias por desatender las demandas planteadas anteriormente por el Brasil.
Por este motivo, el 30 de agosto de 1864 el gobierno paraguayo realizó una vigorosa protesta —conocida como Protesta del 30 de agosto— ante el ministro residente en Asunción, Cesar Sauvan Vianna de Lima, en donde afirmaba que el Brasil actuó en contra de lo establecido en el Tratado del 25 de diciembre de 1850, y que consideraría "casus belli" la ocupación militar del Uruguay; mencionando también que dicha acción atentaría contra el equilibrio de los estados de la cuenca del Río de la Plata.
Sin embargo, el 12 de octubre, el general brasileño Jose Luis Mena Barreto, con 12.000 hombres, se apoderó de la ciudad de Melo, en el Uruguay. Luego, entre el 9 y 10 de noviembre, el mariscal Francisco Solano López recibió la noticia de la efectiva ocupación militar del Uruguay y ordenó el 11 de noviembre de 1864 la captura del Marquês de Olinda, buque mercante brasileño que hacía regularmente el servicio de cargas y pasajeros entre Brasil y Corumbá. Al día siguiente el vapor paraguayo Tacuarí apresó al navío brasileño, que subía por el río Paraguay, luego de avastecerse en Asunción, llevando a bordo al coronel Frederico Carneiro de Campos, recientemente nombrado presidente de la provincia del Mato Grosso, quien fue hecho prisionero. La guerra abierta había comenzado y mantenido en esa condición hasta el final de la guerra junto a los oficiales que iban en el barco, la marinería fue deportada a Buenos Aires.
Desarrollo de las acciones bélicas:
Frente del Mato Grosso:
La guerra tuvo dos fases muy diferenciadas; la primera etapa fue la Campaña del Mato Grosso, que duró un año y estuvo caracterizada en su totalidad y exclusivamente por el enfrentamiento entre Paraguay y Brasil, fue favorable a Paraguay: las fuerzas paraguayas, siguiendo las líneas del río Paraguay y del camino de Nioaque (o Nibolaque) y el Mbotetey (o río Miranda) desalojaron a las brasileñas de las fortalezas y colonias militares de Coimbra, Alburquerque, Corumbá, Miranda, Dourados y, ya a inicios de 1865, Coxim deteniendose el avance de modo convergente hacia Cuyabá.
El fuerte de Coimbra fue atacado el 27 de diciembre de 1864 por cinco batallones de infantería y dos regimentos de caballería a pie, con un total de 3.200 hombres, armados con doce cañones rayados, una batería de treinta foguetes franceses de 24 mm, protegidos por diez embarcaciones de guerra (entre las cuales el Marquês de Olinda, adaptado) bajo el mando del coronel paraguayo Vicente Barrios (jefe de la División de Operaciones del Alto Paraguay), produciendose el abandono del fuerte dos días después por el teniente coronel Hermenegildo de Albuquerque Porto Carrero, comandante del Corpo de Artilharia de Mato Grosso, quien lo evacuó en la cañonera Anhambaí.[4]
La Colonia Militar de Dorados fue tomada por una columna de asalto paraguaya de cerca de 300 hombres el 29 de diciembre, muriendo se comandante el teniente de caballería Antônio João.[5]
Corumbá fue tomada el 3 de enero de 1865 y fortificada por los paraguayos con 6 piezas de artillería.
Ingreso argentino a la guerra:
Pero, dada la enorme extensión del territorio brasileño, pese a sus victorias Paraguay no podía lograr una acción decisiva. Es entonces que Francisco Solano López reclama a quien era entonces presidente de Argentina (el general Bartolomé Mitre) el permiso para que las tropas paraguayas pudieran avanzar por territorio argentino hacia el territorio uruguayo en donde, liberando a Uruguay de los brasileños, esperaba López encontrar un aliado y un lugar de gran importancia estratégica (una salida al mar). Mitre no accedió a lo demandado por López por dos motivos; uno era obvio: si Argentina permitía el paso de tropas de un estado beligerante en esta guerra, quedaba involucrada directamente en ella; el otro motivo era la antigua relación de afinidades entre Mitre y el jefe del partido colorado uruguayo Venancio Flores, enemigo declarado de López.
Es así que López da un paso fatídico: el 14 de marzo de 1865 rompe relaciones con Argentina y en abril de ese año inicia la campaña contra Argentina; las tropas paraguayas capturan barcos argentinos en el río Paraná y ocupan la provincia argentina de Corrientes. Al mando de estas operaciones se encontraban los generales paraguayos Wenceslao Robles y Francisco Isidoro Resquín. La declaración de guerra fue ocultada por Mitre unas semanas a fin de cohesionar a su alrededor a las provincias argentinas y a algunos caudillos (como Justo José de Urquiza) que consideraban, con toda justicia, fratricida una guerra entre Argentina y Paraguay. Sin embargo, enardeció los ánimos argentinos la noticia de que algunas mujeres correntinas habían sido raptadas y llevadas a Paraguay; con todo, hubo en casi toda Argentina una oposición a participar en esta guerra, hasta el punto que gran parte de los soldados enviados eran de orígenes africanos semiesclavizados, los llamados "cambás" por la población paraguaya.
Rechazo argentino a la guerra:
Los ejemplos del rechazo argentino a luchar contra Paraguay abundan. Entre ellos se destacan la Sublevación de Basualdo, ocurrida en julio de 1865, en la cual ocho mil soldados argentinos se niegan a luchar contra Paraguay; en esa ocasión el gobierno central se abstuvo de represalias contra los sublevados los cuales se dispersaron por diferentes zonas de Argentina. A la precedente le siguió la Sublevación de Toledo (noviembre de 1865) que ya fue duramente reprimida con el auxilio de tropas brasileñas y floristas.
En noviembre de 1866 se en la provincia de Mendoza la llamada Revolución de los Colorados y, el 10 de diciembre, el coronel Felipe Varela se unía a la misma lanzando la siguiente Proclama:
«
¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty. (...) ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo.
»
— Manifiesto de Felipe Varela
La Revolución se extendió rápidamente a las provincias argentinas de San Luis, San Juan y La Rioja.
Distraídos en la represión de estas rebeliones, Mitre y sus subalternos recién pudieron regresar a la contienda en Paraguay hacia julio de 1867. Sin embargo, en julio de 1867 la impopularidad en Argentina de la guerra contra el Paraguay provocó una nueva rebelión, esta vez en la provincia de Santa Fe.[6] En 1868 estalló en la provincia de Corrientes una revolución en apoyo de la política de Mitre, cuya impopularidad obligó a distraer fuerzas militares para asegurar el triunfo de los sediciosos.
De ese modo, de los 25.000 combatientes argentinos de 1866, solo aproximadamente el 10% continuaba en 1869 en el frente, siendo en su mayoría los ex prisioneros paraguayos.[cita requerida]
Ya al concluir esta guerra, que alzó varias reconocidas voces argentinas en su contra,[7] se produjo otra rebelión que tenía entre sus motivos el rechazo a la guerra del Paraguay: en abril de 1870 la población entrerriana se sumó mayoritariamente a la rebelión liderada por Ricardo López Jordán, rebelión que fue aplastada por las tropas que obedecían a los brasileños, Mitre (aunque ya oficiara como presidente Sarmiento) y los colorados floristas. De este modo, casi nominalmente es que Argentina participó en esta guerra cuando transcurrieron el penúltimo y último año de la contienda.
La Campaña de Corrientes:
Wenceslao Robles, al mando de una tropa de 25.000 soldados y apoyado por la flota paraguaya que bajó por el río Paraguay ocupó la ciudad de Corrientes y luego se dirigió hacia las costas del río Uruguay. En mayo de 1865 las tropas paraguayas emprenden la campaña de Uruguayana: dos ejércitos paraguayos, tras la ocupación de Corrientes avanzaron hacia el sudeste, uno marchando por la orilla derecha del río Uruguay y otro por la orilla izquierda del mismo río; el primero, al mando del mayor Duarte, es vencido por las tropas argentinas en la batalla de Yatay. Otros 10.000 paraguayos, a las órdenes de Antonio de la Cruz Estigarribia cruzaron el Paraná desde Encarnación y luego de cruzar el río Uruguay conquistaron San Francisco de Borja el 12 de junio de 1865, el 5 de agosto llegaron a Uruguayana ciudad en la cual las más numerosas tropas brasileñas y coloradas uruguayas sitiaron y derrotaron a los paraguayos el 16 de julio, allí los paraguayos se vieron obligados a rendirse a los brasileños, tras la rendición los soldados paraguayos o fueron masacrados o —los que se salvaron— fueron obligados a integrar un "ejército paraguayo" opuesto a Francisco Solano López.
Previamente Mitre estableció en la ciudad entrerriana de Concordia el cuartel general del Ejército Aliado. Estos hechos señalaron un cambio absoluto del curso de la guerra: precipitadamente las tropas paraguayas debieron abandonar la Mesopotamia y ponerse a la defensiva en la región paraguaya ubicada entre los ríos Paraná y Paraguay.
El frente norte quedaba también prácticamente abandonado, lo que permitió cruentas razzias de los llamados insultantemente en guaraní con el nombre de "guaycurúes" mbayás, en especial los caduveos (o kadigüegodís), aliados coyunturales de Brasil y armados entonces por ese país, otros grupos indígenas, los terenas y los kinikinaos, participaron también a favor del Brasil, llevando adelante una guerra de guerrillas, proporcionando asistencia a las tropas y realizando tareas de inteligencia.[8] El sector noreste (los Campos de Vaquería) entre el río Ygurey y la baja cordillera de Iguatemí fueron fácilmente ocupados por Brasil al tener que reconcentrarse las tropas paraguayas en el sur.
Campaña de Humaitá o del Cuadrilátero:
El 5 de abril de 1866, las fuerzas aliadas tomaron la Fortaleza de Itapirú en la margen derecha del río Paraná.
Las primeras líneas defensivas paraguayas ubicadas en el sur eran formidables (y muy conocidas por Brasil, ya que había participado en su construcción cuando existía una "cooperación" brasileño-paraguaya contra Argentina entre 1825-1852), motivo por el cual las fuerzas coaligadas de Brasil, Argentina y Uruguay optaron por realizar un rodeo a través de la región chaqueña hasta ingresar al territorio paraguayo en cercanías de la fortaleza de Humaitá. Esta fortaleza, junto al Reducto Cierva ubicado en la margen opuesta del río Paraguay (actual provincia del Chaco), cerraban el paso hacia Asunción.
La campaña de Humaitá duró casi tres años: desde octubre de 1865 hasta la capitulación de la plaza de Humaitá en septiembre de 1868 (al capitular Humaitá las tropas argentinas rindieron honores de héroes a los combatientes paraguayos). Se libraron entonces, entre otras, las siguientes batallas: Corrales (última al sur del río Paraná, en tal batalla se frustró una contraofensiva paraguaya sobre territorio argentino), Estero Bellaco, Tuyutí (24 de mayo de 1866), Boquerón y Sauce, batallas en las cuales las fuerzas aliadas atacaron con poco resultado a las posiciones paraguayas, y el Combate de Curuzú, en la cual las tropas brasileñas atacaron a una reducida guarnición paraguaya en el Fuerte de Curuzú el 3 de setiembre de 1866.
El 12 de septiembre de 1866 el mariscal López se entrevistó en Yatayty Corá con Mitre en busca de un avenimiento pacífico pero la entrevista fue infructuosa debido a la absoluta oposición de Brasil a hacer una paz con el Paraguay sin una total rendición del mismo. Mitre, como el uruguayo Flores, se hallaba comprometido con Brasil por un Tratado Secreto, firmado el 1 de mayo de 1865, a no firmar por separado ningún tratado con Paraguay. No obstante, es sabido que copias de este "tratado secreto" ya circulaban por Europa por aquel entonces. La participación no declarada de Inglaterra fue fundamental para que esta conspiración "secreta" se llevara a cabo, en pos de destruir la competencia paraguaya en la industria textil y del algodón (Paraguay era el segundo productor y manufacturador de algodón en el mundo). De esta manera, Inglaterra logró deshacerse de la competencia.
El 22 de septiembre de 1866 ocurrió la Batalla de Curupayty (o Curupaití), batalla en la cual las tropas paraguayas al mando de José Eduvigis Díaz infringieron una gran derrota a los aliados. La poderosa flota brasileña al mando del marqués de Tamandaré se había comprometido a demoler ("descangayar") con su artillería, desde el río Paraguay a las grandes fortificaciones paraguayas del Fuerte de Curupayty, tal acción brasileña no se realizó o se realizó ineficazmente, las tropas argentinas —creyendo ya desmantelada la artillería paraguaya— avanzaron resuelta y casi desprevenidamente a campo traviesa, siendo prácticamente barridas por esa misma artillería a la que consideraban desbaratada (en esta acción murió Domingo Fidel Sarmiento, el hijo del futuro presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, junto a millares de sus compatriotas). Curupayty parece haber demorado un año las acciones de los aliados.
Campaña de Asunción:
Las fuerzas paraguayas al mando del general Bernardino Caballero trataron luego de contener el avance de los aliados en Itororó y Abay, pero fueron exterminadas. El mariscal López se atrincheró en las Lomas Valentinas, pero sufrió nueva derrota. Tras esto, y al ver casi aniquilado al ejército paraguayo, las tropas argentinas prácticamente abandonaron la guerra. De este modo, sólo fuerzas brasileñas y algunos pocos contingentes uruguayos adeptos a Flores entraron en la ya indefensa () Asunción, donde apenas si encontraron alguna resistencia. La ciudad fue saqueada y arrasada. Los restos del ejército paraguayo se vieron forzados a retirarse hacia el noreste, estableciéndose efímeramente la población de Luque como segunda capital paraguaya.
Casi inmediatamente tras la ocupación brasileña de Asunción, el 15 de agosto de 1869 se formó en las ruinas de esta ciudad un "gobierno provisional" o Triunvirato impuesto por Brasil. Tal triunvirato estaba constituido por Cirilo Antonio Rivarola, Carlos Loizaga y José Antonio Bedoya como "gobernantes paraguayos".
Estando en el Cuartel General de Pikysyry, el 8 de diciembre de 1868, López decretó el traslado de la capital paraguaya a Piribebuy. Allí marcharon el vicepresidente Sánchez y la legación del ministro plenipotenciario (embajador) de los Estados Unidos de América el general Martin McMahon. A medida que se producían los sucesos de Ita Ybaté y la reorganización del ejército paraguayo en Azcurra, la madre y hermanas de López con su esposa, Madame Elisa Lynch y los hijos del Mariscal se establecieron temporalmente en Piribebuy.
Campaña de las Cordilleras:
A fines de julio de 1869, el brasileño Conde D'Eu, Príncipe Gastón María de Orleáns, yerno del Emperador Pedro II emprendió la campaña de Las Cordilleras atacando Ybytymi, entrando el 4 de agosto de 1869 a Sapucay, luego a Valenzuela, llegando el 10 de agosto a Piribebuy. Se considera que el de Piribebuy fue uno de los pueblos que más padeció la guerra: degüellos masivos y violaciones. Según las fuentes paraguayas unos veinte mil aliados (casi en su totalidad brasileños) contra mil seiscientos defensores y un centenar de mujeres a las que se recuerda como "Las Heroínas de Piribebuy".
El pueblo fue cercado e intimada la rendición al comandante Pedro Pablo Caballero, quien contestó textualmente: "-Estoy aquí para pelear y si es necesario morir, pero no para rendirme-". Al amanecer del 12 de agosto, previo bombardeo, se inició el ataque. La batalla duró cinco horas.
El general brasileño Juan Manuel Mena Barreto iba a la cabeza de las fuerzas aliadas, siendo rechazado dos veces. Al llegar al arroyo Mboreví, en la tercera carga, fue herido con una bala de fusil en la ingle. Se adelantaba el general para envalentonar a sus huestes, cuando el capitán Manuel Solalinde ordenó a uno de sus mejores tiradores, el cabo Gervasio León, que lo abatiera. Y así lo hizo. Mena Barrero expiró a orillas del arroyo. El brasileño conde D'Eu, dominado por la ira, ordenó entonces que se pasara a todos a degüello, sucediéndose en Piribebuy los actos más avergonzantes de la guerra.
El hospital de Piribebuy fue incendiado luego de que se cerraran todas las puertas y ventanas con 600 heridos, médicos y enfermeras dentro.El Archivo Nacional de la República fue sacado a la calle y con los documentos históricos se hicieron fogatas. Los documentos que se salvaron fueron confiscados y llevados a Río de Janeiro. Según la expresión de los testigos paraguayos, la sangre corría por las calles como agua de lluvia, cuando se degolló a 900 prisioneros.
Ante tales atrocidades, el de Piribebuy (o Peribebuy) fue el último combate con alguna participación argentina.
El Museo Histórico "Comandante Pedro Caballero" expone objetos recuperados de la guerra contra la Triple Alianza y otros objetos antiguos de tiempos de la colonia.
Días después, siendo el penúltimo año de la guerra, entre el 15 y 16 de agosto de 1869, se produce la batalla de Acosta Ñu; el pueblo de Acosta Ñu fue sitiado por fuerzas brasileñas, en la plaza principal la iglesia fue quemada al igual que los edificios más importantes, todos los documentos originales del establecimiento fundado el 8 de marzo de 1636 fueron allí quemados por las tropas invasoras a las que sólo pudieron oponerse adolescentes y niños mal armados (casi exclusivamente con palos, hondas, lanzas y machetes), la batalla de resistencia a los brasileños en Acosta Ñu comenzó en el poblado y se extendió hasta los bosques que le rodean, tales bosques fueron incendiados por las tropas brasileñas muriendo así la mayor parte de los niños que se resistían.
Es por este motivo que se conmemora en Paraguay ese acto de heroísmo declarando al 16 de agosto como Día del Niño honrando aquella juventud devastada.
El pueblo paraguayo siguiendo a Francisco Solano López inició la más sacrificada campaña a través de la cordillera de Amambay. El presidente, junto a los escasos supervivientes, se establecieron en Cerro Corá. El 14 de febrero de 1870, el ejército se retiró hasta Cerro Corá.
Una columna brasileña despachada desde Concepción, al mando del general Correia da Câmara, se enfrentó el primero de marzo con el ejército de 200 hombres del Mariscal López. Éste fue herido de un lanzazo en el bajo vientre y de un sablazo en la frente. Auxiliado, llegó a orillas de casi las nacientes del río Aquidabán, donde fue alcanzado por las tropas al mando de Correa da Cámara, quienes le intimaron a la rendición. El Mariscal López se batió sable en mano hasta el final. Su última frase sigue siendo hasta la fecha una materia de controversia. Algunos historiadores señalan que dijo: «¡Muero por la Patria!» y otros: «¡Muero con la Patria!». Negándose a entregar su espada fue herido por otro soldado que lo ultimó de un tiro al corazón. Los historiadores que sostienen que las últimas palabras del Presidente Paraguayo fueron «¡Muero con la Patria!» lo hacen en base a la convicción de que éste pensaba que tras el término de la guerra las tierras del Paraguay iban a ser anexado al Brasil .
Según cuenta la leyenda, el mariscal Francisco Solano López antes de morir, intentó tragarse la bandera paraguaya, con la intención que los enemigos no se la llevaran como un trofeo.
Armada paraguaya:
Durante la guerra el Paraguay contó con los siguientes barcos de guerra:
Tacuarí: 421 toneladas, 6 cañones
Paraguarí: 627 toneladas, 4 cañones
Ygurey: 548 toneladas, 5 cañones
Yporá: 205 toneladas, 4 cañones
Márquez de Olinda: 300 toneladas, 4 cañones (capturado al Brasil)
Jejuí: 120 toneladas, 2 cañones
Salto: 250 toneladas, 4 cañones (capturado a la Argentina)
Pirabebé: 120 toneladas, 1 cañón
Contó además con 6 lanchones artillados con un cañón cada uno y 14 unidades auxiliares de menor tonelaje, entre ellos el Yberá.
Consecuencias:
Al finalizar tal guerra Brasil obtuvo todos los territorios que deseaba y Paraguay quedó transformado en un "estado satélite" del Brasil hasta el punto que el brasileño barón de Rio Branco era llamado casi oficialmente en Brasil "virrey del Paraguay" (o virrei do Paraguaí), la ocupación brasileña perduró hasta 1876 haciéndole firmar al gobierno "paraguayo" probrasileño el Tratado de Cotegipe por el cual Brasil ocupaba territorios ancestralmente paraguayos y obtenía "reparaciones" y diversas concesiones económicas; en cuanto a las cuestiones limítrofes con la Argentina, estas fueron más complicadas, en 1870 ante lo que parecía una anexión de Paraguay al Brasil, Argentina reclamó todo el Chaco Boreal desde el cruce del paralelo 22ºc con el río Pilcomayo hasta la Bahía Negra del río Paraguay (casi en los 20ºc), aunque inmediatamente -y consecuentemente a la frase del entonces presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento: «La victoria no da derechos», frase que buscaba limitar las pretensiones del Brasil mediante la mesura argentina- las pretensiones argentinas sobre el Chaco Boreal se redujeron al territorio al sur del río Verde, territorio que tenía por capital a Villa Occidental (La antigua Nueva Burdeos, la actual Villa Hayes) ocupada por el hermano de Bartolomé Mitre, Emilio Mitre, pero poco tiempo después también renunció a este territorio al serle desfavorable el laudo arbitral solicitado al presidente de los Estados Unidos, Rutherford Hayes (por lo que la Argentina quedó fuera del Chaco Boreal), en cambio la Argentina confirmó su posesión sobre un territorio también hasta entonces litigado, el ubicado entre los ríos Pilcomayo y Bermejo, o Chaco Central (territorio sobre el cual tanto la Argentina como el Paraguay habían hecho reclamaciones, y -hasta después de 1870- ningún estado había ejercido soberanía efectiva.
Recién hasta las campañas del comandante argentino Luis Jorge Fontana posteriores a la Guerra de la triple Alianza, ese territorio del Chaco Central había estado en el control de los mal llamados en guaraní: "guaycurúes", etnias sin estado como las de los qomlek, pilagá, ashluslay y tapieté, casi todas ellas acérrimas enemigas de Paraguay). Por el este, Paraguay debió devolver a la Argentina la provincia de Misiones que, aprovechando la guerra civil en Argentina, el estado paraguayo regido por G.R. de Francia había ocupado en 1838, en rigor, el control efectivo que Paraguay tuvo entre 1838 y 1865 sobre alguna parte de la Misiones mesopotámicas se reducía a las adyacencias de la "Trinchera de San José" (nombre que el estado paraguayo dio a la ciudad de Posadas) y la ruta que desde la misma llevaba hasta el río Uruguay. La isla del Cerrito en la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay, permaneció ocupada por Brasil hasta 1873, fecha en que fue cedida a la República Argentina. En cuanto a la República Oriental del Uruguay, el único beneficiario fue Venancio Flores y sus allegados del Partido Colorado uruguayo.
Ante las imposiciones brasileñas al Paraguay el estado argentino expresó su protesta a través del ministro de relaciones exteriores (Mariano Varela):
«
El Gobierno Argentino ha sostenido hace muy poco tiempo, en discusiones con el representante de su majestad el emperador del Brasil que la victoria no da derecho a las naciones aliadas para declarar por sí límites suyos los que el tratado señala [el denunciado "Tratado secreto"].
Pero lo más terrible de esta guerra fue la masiva mortandad de la población paraguaya (en especial de varones). Las cifras de población paraguaya muerta por causas directas (acciones bélicas) e indirectas (hambre, distrés, pestes como la del cólera) aún son variables, pero todos los autores serios aceptan que murió más de la mitad de la población paraguaya, disminuyendo de 1.200.000 a solo un poco más 400.000, siendo la mortandad masculina quizás de un 90%. Las consecuencias de mortandad indirecta debidas a esta guerra afectaron también a la población civil de gran parte de Argentina y Uruguay (sólo en la ciudad de Buenos Aires fallecieron más de 20.000 personas por la peste del cólera originada en Paraguay durante el conflicto), asimismo en la región riograndense se considera que fallecieron unos 60.000 civiles en su mayoría debido a la misma epidemia. La mayor parte de los pocos sobrevivientes del ejército paraguayo, en su mayoría niños y adolescentes, fueron a marchar a los cafetales paulistas bajo régimen de esclavitud.
La otra consecuencia, que no pudo evitar Paraguay, es que al año del fin del conflicto, cayó sobre el país su primer empréstito de los Bancos Británicos, valorizado en 1 millón de libras esterlinas, "entregado" al nuevo gobierno títere de Paraguay, pero que a la economía nacional llegó menos de la mitad. El ferrocarril nacional y las nacientes industrias fueron intervenidos piratescamente por las compañías británicas correspondientes y la producción agrícola fue puesta bajo su control a través de empresarios brasileños y fuerzas militares brasileñas financiadas por éstos y por los inversionistas ingleses. Esta guerra cortó de un tajo el desarrollo ulterior de Paraguay como nación y los signó, hasta la actualidad, bajo la égida de Gran Bretaña y los Estados Unidos de América.
Polémica actual:
En fechas recientes, la electa presidenta argentina Cristina Fernández en un discurso público elogió a Francisco Solano López, calificando a la Triple Alianza como una Triple Traición a los intereses de latinoamérica frente a los imperialismos, a ello se sumó que el ejército argentino decidió denominar a una unidad militar con el nombre de Mariscal Francisco Solano López. A ello respondió el editor de La Nación, tataranieto de Bartolomé Mitre, comparando a Solano López con Adolf Hitler. Este editorial provocó una respuesta enérgica en la intelectualidad paraguaya y también entre intelectuales de izquierda en general.[10] [11] [12] Una de las respuestas más enérgicas fue realizada por el Dr. Rubén Luces León a través de un artículo directamente relacionado al editorial del diario La Nación de Argentina, este fue publicado por el portal de opiniones "La Rueda" (www.larueda.com.py). Al respecto, Cristina Fernández expresó "Algun medio de comunicación, fundado tal vez por uno de los que encabezó aquella triple traición, me criticó duramente. No importa, la verdad histórica no puede taparse con editoriales. Está escrita, desgraciadamente a sangre y fuego en el corazón del pueblo paraguayo"[13]
Otros autores, como el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy, así como el conocido escritor y periodista Eduardo Galeano, han resumido las causas económicas reales de esta guerra de exterminio. La política del gobierno totalitario pero indiscutiblemente popular y nacionalista de Gaspar Rodríguez de Francia no era bien vista por el gobierno británico, representante de los múltiples consorcios ingleses que en esa época tenían el predominio de las inversiones y las ganancias en América del Sur.
La industrialización del Paraguay, que fuera el único país en fomentar desde entonces industria energética y siderurgia nacionales (al punto de establecer ferrocarriles y viales íntegramente producidos por el país), no estaban en consonancia con la política británica (y posteriormente de los Estados Unidos) de restringir a los países latinoamericanos a la producción de materias primas y la importación de productos industriales elaborados en esas naciones ya desarrolladas. La industrialización y el proteccionismo económico-comercial del Paraguay significaban el nacimiento de una probable potencia económica y el arrastre de otras naciones a políticas nacionalistas y patrióticas que podían llevar a una verdadera independencia económica de América Latina y terminar con el dominio británico sobre su economía y política.
Otros autores, como el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy, así como el conocido escritor y periodista Eduardo Galeano, han resumido las causas económicas reales de esta guerra de exterminio. La política del gobierno totalitario pero indiscutiblemente popular y nacionalista de Gaspar Rodríguez de Francia no era bien vista por el gobierno británico, representante de los múltiples consorcios ingleses que en esa época tenían el predominio de las inversiones y las ganancias en América del Sur.
La industrialización del Paraguay, que fuera el único país en fomentar desde entonces industria energética y siderurgia nacionales (al punto de establecer ferrocarriles y viales íntegramente producidos por el país), no estaban en consonancia con la política británica (y posteriormente de los Estados Unidos) de restringir a los países latinoamericanos a la producción de materias primas y la importación de productos industriales elaborados en esas naciones ya desarrolladas. La industrialización y el proteccionismo económico-comercial del Paraguay significaban el nacimiento de una probable potencia económica y el arrastre de otras naciones a políticas nacionalistas y patrióticas que podían llevar a una verdadera independencia económica de América Latina y terminar con el dominio británico sobre su economía y política.
Durante el gobierno de Rodríguez de Francia la intervención militar no se vislumbraba como viable para el gobierno británico, tanto por la coyuntura político-militar en el Cono Sur americano como por la enorme popularidad del líder paraguayo, a pesar de las deformaciones posteriores difundidas por la historiografía de la derecha.
Tanto las acciones de los brasileños como el partido colorado del Uruguay de entonces y por último la actitud de Mitre, tenían detrás la poderosa influencia política y el financiamiento económico de la potencia británica, que no escatimó dinero y esfuerzos "diplomáticos" para exterminar el esfuerzo de independencia y soberanía del Paraguay.
La acción políticamente irreflexiva del Mariscal Solano López de invadir el Uruguay a través de Misiones, forzó la guerra contra Argentina, y arrastró tras sí al Uruguay. A partir de ese momento el destino de Paraguay estaba definido. Como había permanecido al margen de las luchas independentistas de los últimos cuarenta años, no tenía experiencia militar ni oficiales competentes. En poco tiempo debió retroceder y refugiar sus tropas en Humaitá, intentando sólo posponer la inevitable derrota.
Y con referencia a la catastrófica destrucción de vidas provocadas por esa guerra, y la aceptación del pueblo paraguayo de luchar hasta su virtual extinción, varios historiadores bucean en la atípica historia paraguaya, condicionada por su geografía (que la convertía en una especie de "nación insular", aislada de los territorios vecinos por cientos de kilómetros de selvas) y las consecuencias sociales del extraordinario experimento jesuita de las "misiones", donde habían consolidado un régimen autocrático basado en la obediencia ciega y la delación cruzada de todos sus miembros. Este régimen, utilizado y potenciado posteriormente por el Dr. Francia y Lopez a lo largo de cincuenta años había provocado una sociedad compuesta mayoritariamente de indígenas que sólo conocían del exterior la información que suministraban sus autoridades, que ignoraban el uso y sentido de la palabra "libertad" y cualquier muestra de individualismo. Así siguieron ciegamente las órdenes de combatir hasta el fin. Por otra parte, la rendición, la deserción o aun la protesta era castigada con ciega brutalidad, sobre sus autores y también en sus bienes y familias.
Devolución de los trofeos de guerra:
En 1885, durante la presidencia de Bernardino Caballero, la República Oriental del Uruguay, siendo presidente el general Máximo Santos, realizó la devolución de los trofeos de guerra al Paraguay y la condonación de su deuda de guerra. La delegación fue presidida por el Ministro de Guerra general Máximo Tajes y acompañada por la Banda de Músicos y una Sección del Batallón 5° de Cazadores. Por este gesto la plaza San Francisco de Asunción, cambió de nombre por el de República del Uruguay.
El 16 de agosto de 1954 el presidente argentino teniente general Juan Domingo Perón, entregó en Asunción al presidente paraguayo general Alfredo Stroessner los trofeos de guerra que las fuerzas argentinas habían conquistado a las paraguayas. Los trofeos devueltos fueron trasladados en los rastreadores de la Armada Argentina: ARA King y ARA Murature.
Vengo como un hombre que viene a rendir homenaje al Paraguay en el nombre de su sagrado Mariscal Francisco Solano López y hago llegar el abrazo del pueblo argentino a esta Patria tan respetable y tan querida. En nombre de esa amistad y de esa devolución del pueblo argentino, pongo en manos del mandatario de este pueblo, como las reliquias, el testimonio de nuestra hermandad inquebrantable.[14]
En cuanto a los gastos de guerra que el Paraguay debía pagar como indemnización a los aliados, de acuerdo al artículo 14 del tratado del 1 de mayo de 1865, la República Argentina liberó al Paraguay de la continuidad de los pagos el 12 de agosto de 1942 (presidencia de Ramón Castillo), mientras que Brasil lo hizo el 4 de mayo de 1943 (presidencia de Getulio Vargas).
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