jueves, 29 de mayo de 2008

Omega

Escena 20:


Entonces yo te puedo decir que esta historia es una farsa. Es uno de los pocos relatos farsa que hay. Soy mitómano… me gusta, lo prefiero a la vida de segunda que tengo. No puedo evitarlo después de todo. Vivir como lo que soy un tipo que va de la casa a al centro todos los días de su vida. Eso es una mierda, somos esclavos de la eficiencia. Esta vida de empleado. Además de don nadie. Sinceramente nunca me la imagine. De narrador de olor inmundo de las calles de Buenos Aires.
Que me importa, porque no otra vez más decir lo mismo. Mis vivencias, de todo lo que me ha acontecido. Son eso, todo lo que me pasa. Se ha escrito. Busco mi ocaso. Desearía un mundo de menos empleados de gente que recorre el mundo en búsqueda de su destino pese a que es una utopía pelotuda.
No hay necesidad de consagrase ya ni como héroe, ni como bueno. Pienso en un mundo bien gris. Pero eso no es desmoralizante sino que ante todo bloquea. No te deja pensar en nada mejor.

Parece que la cárcel es el infinito, te han disuelto para que no te quejes. Llevarte hasta ahí. No tener nada más que ver. Es muy triste. Yo me suelo tirar al suelo a ver el vacío en esos momentos. Todo lo que pasa no es depresión pelotuda de la que dan por la tele. Uno se enchufa a cualquier mierda y escapa es esencial a esta vida. No te gastes, en pensar otras cosas. No le tenemos miedo al progreso. Una vez pensé que ni miedo a la muerte tenemos. Tenemos miedo a ser consumidos. Si por supuesto puede ser el argumento más idiota que se haya hecho. Son mis ideas. Todo lo demás no me llena.
Tengo que decir que no soy un asesino de mujeres sino más bien un loosser. Más bien SCI-FI, no puedo decir que era normal. Siempre fui un friki. Me tiento entonces a mezclar las ideas. Nunca estuve bien. Dejé que las cosas se me pasaran. Tener idea de cómo he despreciado por incapaz e mundo me da ese aire, de filósofo de tercera.

Me la paso esperando a la caridad de los otros. Deprimente infinito. La idea de que con un gran solipsismo, me he quedado en una habitación de maniquíes. Que convivo entre cadáveres. Esa es mi única depredación ser un pobre escéptico toda la vida. Nunca ser feliz del modo normal. Reír del absurdo por el absurdo mismo. La idea de soledad. Mi mente no tiene continente. Nada, es. Construí la tumba antes de usarla. Cuando me enterré no tenía más ganas de morir.

Todo lo que me hace recordar que soy más viejo de lo que soy. Que es eso. Un lugar en el espacio, un más allá. Pensé en el desierto. Mi conciencia. Alterada esta, como un compuesto de estupideces. Intransigente. No me enorgullezco de escribir, ni haber vivido sino de seguir teniendo ganas de vivir. Me gusta el sol. Me gusta el cielo. Estupideces que suelo repetir hasta que m harto. Pero son ciertas. Toda la riqueza me parece un sueño que pese a deseable que me sigue siendo incontinente. No se. Puntos que faltarían cerrar. Soy un bohemio, soy un proletario delirante mejor. Sueño con lo que no tengo, guitarras, mujeres. Música extraña. Una ventana al más allá. Arcadia.
Quiero morir, demasiado viejo para resistirme. Quiero morir, metido en medio de los que me conocen. Si ya sé es un credo ambicioso. Sé que despedirme nunca podré de los que con la estupidez alejé. Me preguntaré como emperador si después de todo no habrá sido más que una comedia. Esperé a Godot, todo lo que pude.

Si creo que es muy argentino pensar en lo que se ha perdido. Somos una nación mítica. No se cuantas naciones tengan como nosotros ese lujo. Por lo menos en Sudamérica. Tengo la impresión que lo peor es que creemos nuestro mito. Pero quien nos va salvar. Esperar al mesías, que desde el barrio obrero, ponga a los pobres con el pan junto a una misma mesa. No suena Biblia. A mi me suena. Solo que uno camina por esa ciudad, y todavía lo cree posible. Cortes de los vecinos pobres que ven al rico. Ni las islas nos dejaron.

Pienso que entre mis amigos. También he sido comprendido. Temas que te quedan por ahí. No quiero envejecer más. A esta altura. Me rendí. Arrastrar. Esa es mi consigna. Todo mi vida es un arrastrar. Velando voy. Soy un loco. Con una lámpara no visito las iglesias, si dios ya estaba muerto. Visito, las casas. Unas luces salen de todas partes. Todo está unido a algo. La gente muere sola y seca. Tu cadáver solo produce lágrimas neuróticas de los otros que temiendo morir, les pareces una afrenta a su propia existencia. Nuestros ojos parecen muchas veces dudar si lloran pese a que lágrimas caen. Ese es uno de esos misterios que ha helado todo lo que tengo. Comparto el pan, lo que ingiero con alguien. Tener esas ideas, poder dirigirlas y tener respuesta es algo insólito en mi estadía en este mundo. He visto muchos ojos, distintos, desde muchos lados en pos de expectativas que no iba cumplir nunca de ser bueno y perfecto. He visto cosas que se han rendido a la nada que se han hundido antes de tiempo.

Mirar esas caras como a los muertos, en tiras se caen. Mirar las cosas que veo, las puntas de mis dedos, tener huesos. Que es eso. Pánico lo llamo yo. Época extraña. Soy mis fotos, estoy viviendo lejos de donde estoy. Me falta algo. No creo. Parezco poseerlo todo. Todo, siempre en la referencia una idea de sobre saturación de lo posible y de lo imaginable. Una arcada. Maldición vudú.

Considerarse muerto. Tengo ganas de salir de alguna parte. Pero pese a cruzar muchas puertas incluso en mi mente revolver en las basuras del recuerdo. No encuentro un más alla. Pasado ambiguo. Situación por siempre irresuelta.
Temer a esa dictadura de los otros es dejarnos después de todo afuera. Estando afuera en ningún sistema, podemos existir. Reclamar la muerte como un riesgo de estar vivo. ¡Desconéctenme de la realidad!, quiero estar despierto ver lo inmediato en lo inmediato, lo simultaneo en lo múltiple. Ser conciencia, en la totalidad.

La vista es emocionante, nada dentro de lo posible habría de salir bien. Tener una remota de lo que ha acontecido desde la primera página es siempre dramático y absurdo. No existe tal llanura. Encerrado en la rutina, el sistema no nos ahoga, nos va debilitando para dejarnos sin aliento en el final. Antes de eso debemos haber servido.

La sensación del en vano solo vive en nosotros, porque en el resto de los casos. Siempre será inútil, en el punto que a nadie le importa. Nadie le puede importar tanto tu vida como vos mismo. Vos sos el fin y principio de todo. El ego es una mentira, solo hay una conciencia del universo la tuya. Pero esa conciencia es arrojada a migrar por todas partes. Irresolutamente esta condenada a morir. Algún cientificismo sería capaz de resolver eso. Lo dudo. Todo lo que era empezó a perder su valor. Ser el señor de una parte tan pequeña era ridículo.

Tener idea de lo poco que era, frustraba. Eso es lo moderno. El individuo ya esta en demasiadas cosas. Su mente no tiene cárcel, o molde. Fluir hacia algo. Siempre estar yéndose hacia. Un misterio más grande que nosotros mismos. Todo lo que Omega fue y es como vida paralela como oportunidad de evasión. Muchas cosas pasan, pero son tan pocas, en comparación de las que podrían pasar. Nuestros sentidos, ya están sobreexcitados, necesitamos que la vida no dé más. Peor eso no ocurre, esa vida de grandeza; de desvanecerse en el aire. Parece desvanecerse en el aire. Todo para nada. Esa fatalidad. Es tan aguda, tan aguda como la carencia, nombre poco formal del deseo. Estar solo entonces en las calles de Buenos Aires, profano. Buenos Aires sin Dios y sin diablo, por lo menos a lo ojos de los vivientes. Seremos ya demasiado definitivos. No estaremos en la ilusión del cambio. ¿Que podemos ver?

Los abanderados de la miseria. No somos capaces. No podríamos ser capaces de tales acciones. Darse por vencido sin gesticular no es argentino. Porque somos ambivalentes e inestables. Somos la mezcla de muchas cosas. Somos eso que al mundo molesta porque nunca termina de decir que es. Los otros, los imperios. Los grandes, los viejos. Ello solo convalida discursos viejos, como colecciones de moda. Los Papa se suceden en Italia. Pero los peregrinos mueven el polvo en Luján. Sabiendo esto, somos acaso los trazados por religiosos. Quizá por indígenas. Ante creía que éramos el aborto de la naturaleza, muchas argentinos aún lo creen. Pese que si lo reflexionan el asco les hace negarlo enfáticamente. Ser colonia, destino final. Jamás lo creo. Pero ellos, ellos los que están más allá de estas fronteras. Nos ponen un techo que aceptamos. Somos esclavos, moral de ovejas. Todos decimos: Yeeeeeeeees, yeees, yeees. O Yieah!, para ser más norteamericano. Esto es un chiste. Prometeo, pensé que era San Martín. Pero hoy se ve que era un titán. Perón se creyó que era ese que nos regalaría el fuego y tampoco lo fue. Quizás el mito de los argentinos es distinto. Quizás, y esto si con gran verdad. Nuestro mito sea distinto. Tiene que serlo escapamos a la muerte y a la disolución. Hagamos valer lo que somos. Nuestros vicios de seres incorregibles, nuestras alteraciones. Nuestra voluntad. Todo esto no es más que un intento ciego.

Que más da. Jugar al escritor. Muevo la pieza. No me importa el tablero solo quiero que el juego se termine para pensar en otro. Mi pensar en los otros juegos siempre me saca de este. No podré vivir acaso mi vida, ¡qué paranoia! No tener derecho a nada.
Si las letras me juzgan a mí yo las juzgo a ellas. No tengo un buen porqué para contar. Mi vida como dije, es una luz, una computadora. Mi cabeza hueca, anécdotas del pasado. Por supuesto que la decadencia. Implícita, dond esta ese riesgo que haría que vivir no fuera al pedo. Juro hasta el fin que esa pregunta para mi es la fundamental, que perseguir, ¿A quien hay que matar?, ¿vale la pena?

Nuestra pena, no es pena de pocos. Solo que otros la sufren pero tan cansados de sus trabajos de sus yugos, en el sueño hacia la profundidad. Dan el préstamo al subconsciente. Percibir que he vivido entre gentes muy extrañas, que suenan huecas al acercarse uno. Vivir en medio de esa obsesión paranoica sexual que no lleva ninguna parte. Mi archi no es ridículo. Ser comercial, un pedo en la librería. Que más. Ser comercial, un orgasmo con la librera. Ese toque de violencia de la prosa absurda. Este texto se pregunta, ¿Yo soy una historia?

Lejos yo de responderle, solo puedo crearle más palabras o quitarle otras. Reconstruir, lo que eran todas las cosas. Tremenda barbarie sería. La salvajada de simular la historia real y múltiple en letras. Esas que son como charcos. Mis comentarios se van. Mis amigos, no son difuntos, son postales son viejos. Dejar que los pájaros vayan a morir en primavera. Estoy en el fondo solo. Tengo algunas creaciones, como Thiago, que no se si se llama así o Tiago. Es lo mismo. Es un niño. Un pequeño niño que mira a la capital con miedo. Tiene miedo de estar solo. Tanto que llora mucho. Teme de morir en una cama solo al fin abandonado de su madre. Tentado por la experiencia a negarme. No tengo dudas. No he reflexionado.

Pero si preguntasen a mí, a este o a los otros, quien he de ser. Con gusto digo que soy el famoso asesino de mujeres el coleccionista. Un tipo que no le importa nada. Iniciado en la amoralidad, en el crimen. Pasión iconoclasta. Tendría que vomitar en lo que algunos para su beneficio llaman sagrado y sacar algunas ideas de la hoguera. Todo eso, me lleva a pensar que ni ser sabio te salva de la eterna falta de lo bello y de lo bueno. Ante todo loco. Pienso que lo soy un tímido, uno Voyeur, pornógrafo tácito e intimo. Descuente que no te revindica que no te hace sentir mejor. No soy eso que te podes limpiar el culo porque sí. La mosca de Atenas que en Buenos Aires posa como la hemorroide. Para que hablar de política. Si el mundo siempre es el mismo. Él que nunca se ha llamado señor, siempre puede tener por seguro el lugar de esclavo.

No se ve acaso que sin ser socialista y pese mejor que pese a ser archi-puta-capitalista, no se puede dejar todo en la masa. No es que la masa sea mi amor sino siempre mi enemigo necesario y respetado. Pero los pobres no hablan. Hay uno libro de los negros cabeza, y esto no es menos discriminación que mostrar a Argentina como un glaciar o una selva. Desnutridos, hambrientos y villas. Basura que se recorre. Yo les digo que pese a no ser feliz con al situación, primer canto del burgués sincero. Entiendo que están en cierto modo condenados al silencio. Algunos te dirán que es lo más natural. Será que los nativos de estas tierras tenían la maldición de ser violados, por y para siempre por nosotros. No lo digo con culpa. Pero ellos que son esa mezcla que tanto odio Sarmiento con razones como obstáculo. Ellos no estaban mejor sin todo eso que les trajimos. El obelisco es el tótem del europeo, sirviendo de lápida al indio.
Si las musas, me dejaran llevarlos al desastre los llevaría. Pero solo bajo una insana condición que esta crisis, que sería genial por apocalíptica nos renovará como el fénix.
Siendo esto imposible, aún vive Omega.

Recapacité en todos los momentos que pude. Llegar a no poder pedir más arrepentimiento para mí es la consecuencia final de mis acciones. No tengo miedo, a que se vea de mi lo que soy. Un perdedor y un decadente. El desprecio de todas las personas quizás me tenga sin cuidado por eso visto como viste y como, lo que como. No hay otra forma de ser para mí. Igualo a los perros. Ellos son felices sin saber porque yo vivo sin saber porque. Lo único que le falta a lo perros es reír. Por eso amo refregarme contra cualquiera sin piedad alguna. Tus restos a mí me sirven. Todo lo que me ha pasado no es más que las consecuencias de este tiempo. Malditos lo que han estado, conmigo. Algunos de los recuerdos de los años en los que estuve tan mal. Fueron esos, la disociación salgo a la calle aún con miedos extraños y alucinaciones. Las mujeres que creen que somos parias por sucios. Obviamente que los que les revienta es que en su cara se les diga lo que muchas merecen. Porque ¡Putas eran las de antes!

Todo el pudor, que era como es rima en la poesía se pudrió. Hoy la mina que no coje es porque no quiere. Verdad tan universal es asequible a todos nosotros. Me preguntarán no es que acaso no es lo que digo sino la suma de lo vulgar. No es que tema el juicio del vulgar. Mis juicios son tan antiguos, basados en los prejuicios y en la injusticia de los pobres, los iletrados y los locos. Básicamente todos lo excluidos de siempre. Ya existen libros que se consagran a la grandeza del espíritu humano y su capacidad de reflexión.
Hay veces por no decir todas que soy un hombre que no razona que tema razonar por el riesgo que implica eso. Darse cuenta que en el mundo convivimos con lo terrible y extraño por siempre. Mi época, es la de velocidad. Pienso que no hay tiempo ni para enterrar a los muertos, ni para llorarlos. La propia muerte se empieza a pensar como un crédito en la vejez como se va morir. La sociedad calcula los costos de los viejos que son muchos.

El descrédito es grande. Eso nos dice hasta ahora, soledad es la que hemos de andar. No se espera mucho de nosotros. Miles de tradiciones y de rituales, hoy son inútiles. El poder de crear algo en el hombre parece morir. Ya hay una industria de la cultura. Ya existe todo lo que se debe saber. Este es mi exilio. ¿Somos capaces de inventar algo?
La respuesta se aleja. Todas las cosas que se nos presentan son vendidas. Despreciar esto, es ser un inocente. Tu cabeza, tu sexo, todo es presentado. A cuanto te vas a vender, esa es la pregunta. No se habla de dignidad. En hombre y mujer invención en el costo. No me gusta este, es mucho esfuerzo, o aquel. Ese si que puede. Lo que es continente a nuestra vida es esa fuerza que nos dice que algo huele mal. Mal en el mundo mal en occidente. Ese asco, no es ya la nausea de Sartre, es las ganas de destruir todo lo viciado de miles de años de nada. Esa razón que nos impela a quedarnos en el tiempo, esa tecnología que nos remplaza. Nuestra mente parece ser para nosotros un arma de destrucción masiva. Imagino mundos mejores, que este. La capacidad de superación existe. Pese a que el progreso es banal. Por lo menos así se dijo. La idea de que un proyecto se pueda desarrollar es lo que piensa absurdo. Se crítica más al método que al actor.
Mundo desigual este, saber es una perdición. Todo lo que ocurre, refuerza una idea. La idea de que en el fondo. Muy en el fondo. Lo que ocurre no los merecemos. Pero no ya por la culpa, y no por la simple causa y efecto sino por lo absurdo de la libertad.

Mi ciudad de Omega. Es el intento de decir, un pese a las calamidades. Esto ocurre, pese. El hambre de los pueblos inmemorial. Sé que el progreso de hoy, es solo la proyección de poder de unos burgueses en los siglos de los siglos. No existe alguien que cante la muerte del burgués. No va a cantar nadie. La simple rebeldía muy peligrosa, de no creer en ninguna de las cosas “políticamente correcta”.
Desde los seis, preparan el cerebro para que a los ochenta estemos bien cerrados. Hay que inventar, los medios te crean ese ser en un mundo que no ha crecido tanto. Hoy te indignas por Irak pero el chorro vive a la vuelta de tu casa. Ser bueno, hoy es ser pelotudo. Ser pelotudo pero además ser útil.

Llevado hasta sus máximas consecuencias, esta no es la idea de la felicidad para los comunes. Tenemos que ser importantes para ser queridos. Serlo socialmente, tener dinero. Porque incluso yo con dinero sería rey. Importa mucho si la tengo corta. Importa mucho si soy borracho. No simplemente se deshace. Esos son los nuevos que rezan que merecen menos pena que los trastornados. Llorando van por las cosas que no tienen.
Se trata de comprar el paraíso. Siempre es lo mismo, el pecado hoy es pobre, ser lento y ser viejo, que es lo mismo que en otra época que ser malo, ser feo, y ser mentiroso. Solo que ahora somos por lo menos tres veces mas astutos.

Mi maestro dijo: “Solo de la lengua se pule el placer y el dolor a voluntad. El orgasmo nace del cerebro”. No es mejor ser neutro. Ser objetivo. Que importa, ser looser. Ser Winner, es la mejor. Sorete al servicio del sistema. Lo cual es el winner de la clase media. En la clase alta se hace la trasmutación y naca el hombre que no es winner. Sabe que es al pedo que hasta para el placer se necesita ser envidiado el te manda, un sé rico, sé joven, sé fuerte. Ser como él. Pero en el fondo no es un asunto religioso, mágico a científico. Sueñan la excepción para adaptarse mejor a la regla.
Mi maestro sentencio: “Pobres de todos, menos de los pobres. No por buenos más por la miseria social que portan son los únicos que pueden decir que tienen la vida justificada en la supervivencia, el resto son parásitos. Generadores en su mayoría de inutilidad.”
Los pecados, ser moderno, pensarse de a muchos, tener idea “éxito”. Los asesinos, los locos, los drogaditos. Son más lucidos estos que el hombre promedio. Porque ellos son los exiliados del sistema los menos revolucionarios por eso llevan consigo el lujo de ver las realidades. Tu corona es un pedazo de mierda de traje y corbata. No se trata de arte ni de sofisticación sino de la más selecta burocracia.

Volvamos a lo que hizo de historia su principio en su medio. O sea el segundo cuarto. El asesinato de Pablo en Omega. Como dije muchas veces antes. Valeria Ramos lo amaba sufría las complicaciones de su vida complica y siempre era ambigua. Soñaba con muchas cosas que jamás lograría, bajo pena de que las cosas que había logrado las había logrado demasiado tarde.

Esas consideraciones son absurdas a esta altura. Tan ridículos los motivos. Dormí un día. En ese día tan fatídico, presentí que otra muerte podría ocurrir. Otra muerte relacionada, no sabía de quien solo me quedaba esperar. Recuerdo que mientras desayunaba ese mismo día tuve la revelación. Un tipito, muy pequeño y flaco del pueblo me decía que la mujer del señor Pablo también estaba muerta. Mire sin asombro como siempre y cerré el diario. Todo lo que podría suponer es que alguien podría estar haciendo justicia, además de que era mucho más rápido de lo que yo suponía. Pero eso no podía ser demasiado inquietante. Los hijos de Valeria habían vuelto. Después de su exilio. Ellos podrían ser, pese a que siempre lo dudó. En este caso la teoría sería simple se vengaron de la muerte de su padre Hilario. A menos que otro de los hijos lo pudiese haber matado, alguno de los hijos que tuvieron Pablo y ella. Menos probable pero posible. La policía no se mostraba muy eficiente lo cual es lo más normal del mundo. El asesino en este caso parecía aprender del anterior y fue mucho más meticuloso. Un cable uso para estrangularla. Ella en su cama rígida y tiesa. Sin expresión de dolor, parecía que esperaba su muerte. La venganza podría haber sido bien merecida. Después de todo trastocaron la vida de muchas personas. Muchos perdieron dinero y tierras por ellos.

Todo conflicto social se media de una u otra manera. El asesinato es esa manera heterodoxa de hacer justicia. Poco ejemplar se puede decir pero efectiva. Otro entierro en Omega y una nueva lápida que se alza en el lejano cementerio. Sin mucho problema la comunidad pasó este asesinato por sus gargantas ya se estaban acostumbrando. Los ricos les pasan esas cosas, se suele decir. La gente empezó a vivir más sola y más incomunicada. Rejas en las casas. Todo tapiado sin posibilidades. La gente entonces pensaba en abandonar el pueblo. Su modo de vida se había destruido. Donde estaba eso que lo hacía diferente a todo lo demás. La historia de la gente. Sus costumbres lo que habían desaparecido ya, hace tiempo.

El tiempo pasó. La gente se fue y el pueblo quedó mucho más vacío y decadente. Yo estaba mucho más viejo. Mis días se pasaban, como una conmiseración de mi mismo. Cosa que en el fondo era de la más natural. Mi casa estaba ya vacía solo un sirviente por así decirlo. La decadencia lo había vuelto a todo el lugar, como un pueblo fantasma. Eterno otoño, sin final. Una imagen que nunca se iba, la plaza vacía, las casas con sus vidrios rotos. Un aire de soledad. Unos momentos en lo que reflexionaba si yo no era el que moría con el pueblo.

Una simbiosis. Un recorte del universo en este lugar. Donde quedaban los recuerdos de este lugar perdido en el espacio donde yo pensé que se podía ser feliz. En la nada, todo iba hacia la nada. Sin valor, sufrir poco. El tiempo se pasaba y era tan tarde ya que cuando el ocaso era ya muy próximo me puse para porque no añorar más mirar la plaza. Recordé entonces que esta plaza era igual a muchas otras que recorrí en mi vida. Muchos más joven yo sin duda. Las recorría donde mucha gente reía y la pasaba muy bien. Pocos recuerdos tan felices, como los de las plazas en el verde. Podía filosofar como los antiguos mirando el cielo, pese a estar en medio de la jungla de cemente y así fue muchas veces en plaza la Heras. Miraba las nubes y hablaba con distinta concurrencia sobre temas irrelevantes. Nunca llegué puedo decir a alguna conclusión satisfactoria. Sin embrago puedo contarles como confidencia, que era feliz en esos momentos donde podía dejar que el mundo se rigiera por si mismo. Tengo mucho de contemplador pese a que esto sea una cosa que odio. Soñé siempre con ser distinto después de todo, más importante más activo que la gente me recordaba. Y ahora, vivir en el silencio, un pueblo que es solo mi mente. Vacío los fantasmas de mi pasado. Mi crimen. Ni hijos tengo y así ni reclamar a la creación por misericordia. Los pájaros de los árboles son los últimos testigos que me quedan. Estaré en el fin de un viaje. Habré dejado alguna vez mi casa.

Este tiempo es el último. No tengo nada más que pedir. Un encuentro es necesario, ver a los asesinos de Pablo y de Valeria. Para mí aún esta en este pueblo. Viviendo será la otra persona que cuida de este santuario de creaciones fantásticas. Tendré que suponer que es igual a mí y real, tendrá que darme algún consuelo final para poder decir que este tiempo que he vivido no es en vano.

La luz se va del todo el pueblo del eterno amarillo. Pese a que ahora no se lo cosecha. Algunas zonas están muy descuidadas, porque los hombres que estando allí dibujaron los paisajes y dan vida, “humanidad”. La noche. El frío y un viejo que se ha quedado allí sin poder o no querer volver a su casa del otro lado del pueblo. Un cielo muy diáfano sobre mí. Esta es mi espera por algo, mi espera por ese alguien que me va revelar lo que necesito saber.

Tengo esa expectativa como si pudiera saber sobre mi futuro. Solo con poder desearlo. Encuentro la posibilidad de tener esa respuesta, una imagen de una mujer que no rondará los treinta se aparece en esa plaza. Parece que no cambio sus ropas en un tiempo. Pese a todo, su mirada muestra que el horror y el pánico pueden quitar toda otra expresión humana en un rostro. Su historia es peculiar porque me di cuenta de quien era. Yo como viejo que era por lo menos tenía una certeza. Esta era que ella era una de las hijas de Pablo. Que desastre podría haber ocurrido aquí era tiempo de oír otra de las historias morbosas que en este mundo se daban. Sin duda, que esta era peor que las mías. Yo en su lugar habría matado a ese hombre de esa manera.

Pero para no anticipar el futuro desde el pasado; digamos que suponía la bestialidad cometida por Pablo. Ella se sentó en el mismo banco en el cual estaba yo. Contó su historia. La historia de unos de los crímenes más inimaginables que se hayan pensado la historia del incesto. Cuando todas las barreras se rompen, sin contemplaciones.

Ella me dijo: “Tenía que matarlo, era un cerdo”
Yo dije- ¿Un cerdo?
Antonella, su nombre- si un cerdo asqueroso e inmundo que me usaba para saciarse. Ni quería a mi madre, y que estaba tan feliz con el resto de mis amigas a las cuales también frecuentaba.
Tuve que decir que lo lamentaba.
Lloró entonces y me dijo: desde los diez años, no podría verle sin tener miedo. Lo peor mi madre lo consentía. Nadie podía lidiar con él era una mierda.
Matarlo entonces fue correcto, le dije yo.
Antonella, lloraba sin saber porque ella siendo inocente fue forzada a un crimen; y a la culpa de tener que matar a su propio padre por el hecho de todas las atrocidades cometidas.

Este es destino de lo terrible. Ella además mató a su madre la cómplice en lo más terrible el callar. Permitir que el mal se cometiera. Supongo que por eso no opuso resistencia, cuando murió y soporto como todo lo que en esos tiempos ocurrió que su vida se arruinase. Sin tener para su visón otra alternativa en su vida. Todo esto, en la soledad de siempre de esta pobre chica. Antonella, estaba muy dolida aprovechada por su propio padre. Vivió en la marginalidad en este pueblo mientras todos se iban y la trataban de loca.

Su pecado querer vivir la vida. Por supuesto violentada por su padre. Que a diferencia que a su amiga lucía la cual, se dejaba coger por Pablo. Porque tener que ir más allá. Creo que el hombre que elige lo terrible solo le queda hallar el destino de la tragedia tarde o temprano es de lo que no puede huir. En este caso su hija termina siendo sacrificada como yo maté a mi hijo. Todo por lo ciego de nuestras vidas, en el sexo y yo en el matar. Ella me preguntó si podía aliviar yo su sufrimiento. Cosa que a mí me parecía un poco difícil de responder.

Ella me dijo- Quiero morir. Yo acostumbrado a esas labores. Solo consigne esta respuesta. “Maté mas de cien mujeres”, todavía podes vivir. Ya me retiré hace tiempo. “No es necesario que mueras”, ella insistía con su muerte. Me le pedía como un acto de compasión. Definitivamente era la discusión de dos enfermos solo ella era victima. Un acto de muerte solo por cumplir con una especie de fin del circulo karmico. Yo ponía fin entonces a todo un conflicto. Era una especie de falta de misericordia en mi mente lo que hacía pensar en la necesidad de dejarla morir si era su deseo. Entonces cuando la luna iluminaba la plaza en lo más alto. Con mi verdad a cuestas. Busqué un fierro lo suficientemente grande. Cuando lo encontré le sugerí que se arrodillará. Ya no podía hacer las cosas que hacía antes pero podría salir del paso en esta oportunidad con algo precario. Le dije por última vez que lo pensara. Era mi deber eso fue lo que dije que haría desde mi anterior victima. Nunca más iba a matar por placer. Pese a que podría haberlo seguido haciendo. No tenía objeto ya cuando solo verificaba que lo hacía era inútil. Pero ella despreciaba su vida y yo justamente legos de ser un redentor era un exterminador. Pregunté por una última voluntad como si fuese mi primer asesinato. Ella solo pidió que fuera breve. Accedí. Ella rompió a llorar. Las lágrimas llegaron a las baldosas rotas. Con el fierro, le pegué en la nuca. Así murió. Tomé el cuerpo. Con sumo cuidado, y en medio de la noche un viejo llevaba un cadáver hacia el cementerio.

Todo lo que el cementerio, era, no podría decirse más que la memoria cuando los cuerpos condenados a desaparecer se van a pudrir en cualquier parte. Todo lo que tenemos ese lugar simbólico para dejarlos pudrirse. No estoy llevando nada más que eso, recuerdos que pasado un tiempo son como los cuerpos más débiles y tendientes a la disolución hemos vivido siempre en la única conciencia que no se puede liberar de nosotros, estamos atrapados en nosotros como si fuera un alquiler cada día más caro.
Yo explicaría en vano que mi único enemigo es Cronos. El único que le temo, el que me hace desaparecer para siempre, el que trajo desde siempre. El que nos arranca hasta las lágrimas porque las considera innecesarias. El destino del asesino como siervo de la muerte es cumplir con ese destino. Todos los destinos, no son más que eso hacer eco de las profecías que siempre son pretéritas somos profetas de nuestros deseos, el éxito es uno de los engaños frondosos. Porque sus frutos no llenan.

Mis monedas son de oro, puro, tan fino como el agua. Dejo el cadáver de otra persona en el costado. Porque sé que en el fondo ahora ya no teme, no puede temer. Me escondo en las sombras, me invierto. Me hago más obvio eso es la soledad. No tener mucho que esperar. Algunas de estas cosas, son las que han hecho que solo pueda convivir con los fantasmas. Cabeza de Clavo y el Maestro. Omega ahora es un pueblo de terror, por que todo se asfixiado en esa atmosfera aniquiladora.

Solo un tipo como yo que duda entre la vida y la muerte puede escupir al suelo y que crezca una flor. La maestría del desprecio. Un transmutador carroñero. Una mujer Maitena, una mujer que sabe, que supo ¿Quién?
Todo lo que antes, paso. Mucho sol, como dije, una historia de asesinatos. ¿Si nuestra vida fuese ficción?, tendría valor algún crimen. ¿Vale la pena vivir, la ficción?, hasta que punto no hacemos guiones de nuestra vida en el miedo y en la inseguridad.

Mi vida es ficción pero en la novela es real, solo por querer vivir la novela, en lugar de mi propia vida. Un suicidio en la realidad no nos llevaría a la imaginación. Poner fin a todo eso que se llama realidad, desafiar al pensamiento. ¿Morir es ilusorio?, si morir fuese solo el fin de la conciencia se puede temer algo más que al fin de la novela.

Pensar que los hombres en el fondo son imaginación con memoria es inquietante. Su placer su forma de satisfacerse es de ellos. Esto solo es posible si la mente critica el orden de la mente. Cuando la gente en vez de preguntarse de la existencia se preguntase, para que la mente creo la noción de conciencia. ¿El lenguaje tiene que llevar forzosamente hacia nosotros?, no poder huir. El imperativo de preguntarse.

Mi sirviente es el único que sobrevive a mi novela. En Buenos Aires el real, aún es invierno. Mandé mensajes a todos, pero pocos contestan… no hago conversaciones importantes. La práctica de realidad hace que en menos de cinco centímetros pueda viajar sin condicionamientos tecnológicos. La mente, es en el fondo la que causa para si misma la ilusión de su historia. Toda la ansiedad cuando nos pensamos tratando de ser felices parece ser una especie de masoquismo. Este imperativo de donde nace. Porque corremos de lo inevitable por imprevisible.

Las dudas de un escritor que se piensa en mundo donde parece que todas las fabulas son posibles, solo que un giro macabro. Nuestro mundo se puebla de monstruos, todos invisibles. Porque en cuanto a invisibles que son, tanto así de peligrosos. Porque hablamos de la muerte de todo; Dios, arte, occidente. Done esta pasión asesina, en que descansa. Medir los fines. Ser como los enterradores de todo. No puede haber tanta decadencia. Porque el asesino como he dicho anteriormente es una fuerza transformadora. El enterrador, solo trabaja con las sobras de los asesinos. Si ya se ha matado ala arte a los libros, solo somos pocos cristianos. No parece haber juicio, tiene que haber resurrección. La piel vieja de la historia molesta. Quiero besar como la primera vez todas las veces. Así con todo.

Nos gustaría probar de la copa de lo eterno. Entonces entender el tiempo. Yo le huyó.
Cuento que mí por enemigo, entiéndase por el Sileno de Ariel. Los silenos, seres que encantan con sus flautas, poseen facultades extraordinarias. Paradojales. Equivalentes a las de un asesino o las de un payaso. Entiéndase entonces que todo eso, me deja. Yo soy un payaso, enemigo de un Sileno; de un sofista. Sus artes son contrarias a las mías. El es músico y yo pintor. Yo vierto, el engatusa. No todos, los silenos ni todos los payaso son enemigos. Pero sus duelos son de los más interesantes. Ante todo, por sus contenidos. Los payasos, del arte, los plásticos los que se me mofan de la imagen. Los que son obvios, lo que reinan mas alejados de los ojos. Por simples y llanos. Un triangulo es más complicado que una serie de ecuaciones según el contexto.

Ariel, dice entonces cosas que él sabe bien. Yo solo puedo mofarme de todo lo que se dice. El comenta explica, hace galas, sonidos, contriciones fenoménicas. Todo eso, en sí no puede mucho. Pero cuando ambos peleamos entre nosotros, tantos sátiros como payasos estamos parejos. Necesitamos de un juicio del exterior. Así de forma definitivamente nos podremos arrancar las cabezas, y mostrar las mascaras.
Cuéntase entonces, una mujer porque no. Hecho de los mas divertidos en la historia del arte artífice de las historias, mas salvajes. Sea esta la guerra de Troya, Helena existía. Ambos teníamos a Helena, solo que yo no era Menelao. No era rey, era payaso. Pero cuando la conocía, ella temía a todo menos a los payasos. Días felices entonces, cuando el payaso tiene que poder llorar porque dejó de ser payaso. No podía reír de todo, tenía que sentir un algo de respeto. Tanto así que ella, Helena, por así llamarla, estaba en un mundo que era pequeño quizá infantil. Como buen artífice de todo lo reducido, un Pierrot mayor a mí. Tomo mi lugar primero y fue el comienzo del fin. Cuando ella conoció al Gran Pierrot, todo esta hecho.
Su naturaleza era otra, cien veces más astuta entendió al fin el porque de los payasos, su mofa se volvió real. Viéndome como payaso entonces, pude al fin comprender mi destino. No ser querido por nadie, a menos que en todo en caso yo no pudiera querer. Estaba en el fondo en una tragedia. Signada entonces, desde el principio, saqué mi regalo un pájaro de oro. Un ser muy sensible. Mi padre un herrero de proporciones formidables me dijo que podría hacer de él lo que quisiese.
Mi desesperación era total. Antes de tal destino ofrecí lo único digno que tenía que no eran lo harapos ni los jirones de pintura. Era mi pájaro, mi libertad y mi historia.

Ella lo tomó y huyó. Así pasaron dos inviernos. Largos inviernos de incertidumbre de vagar por los confines de la tierra buscando su sombra. Pero no la podía encontrar su sombra no era la misma. Eso me dí cuenta pero para ese tiempo, una melodía que extraña para mi disonante prevenía del fondo de la tierra. Eso era lo que me faltaba recorrido el mundo varias veces, paseado entres las nubes, solo quedaba ir hasta el infierno en búsqueda de todo eso. Vi al Sileno con su flauta, y a ella, que era ya una mujer distinta. Tanto que por definitiva no reía. Su distinción le daba prestigio. Mi pájaro ya estaba muerto hacía tiempo. Mi ira era terrible, tanto que arremetí con el Sileno, jurándole la muerte. Del fondo de mis trapos saque un cuchillo, y amenace a sus fauces. Helena, le parecía de lo más divertido. De hecho lo que quería, era vernos morir. Disfrutaba con eso. Sin embargo, el sátiro era astuto. Pese a darle muchos golpes, huía por entre las cornisas. Sin poder darle alcance seguía tocando su flauta, ponzoñosa. Buscaba huir. Ahí fue cuando vi los ojos de furgo.

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