lunes, 8 de diciembre de 2008

Julio Argentino Roca

Alejo Julio Argentino Roca (San Miguel de Tucumán, 17 de julio de 1843Buenos Aires, 19 de octubre de 1914) fue un político y militar argentino, Presidente de la Nación en dos oportunidades. Manejó los hilos de la política argentina durante más de 30 años mediante el Partido Autonomista Nacional, tejiendo complejos sistemas de alianzas con distintas fuerzas, lo que le valió el mote de "el Zorro".[1]

Biografía :

Tercero de los nueve hijos (ocho de ellos varones) del coronel Segundo Roca y Agustina Paz,[2] Julio Argentino Roca (Alejo Julio Argentino Roca según su fe de bautismo[3] ) nació en la estancia "El Vizcacheral", de propiedad de sus padres, el 17 de julio de 1843. A partir de 1849 y hasta 1855 asistió a la escuela franciscana de San Miguel de Tucumán.
Estudió luego en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, enviado por su padre junto con sus hermanos Celedonio y Marcos. A pesar de presentar un alto grado de interés por la medicina, en 1858 ingresó a la carrera militar, con los despachos de alférez de artillería, sirviendo en la brigada de artillería "7 de octubre" del Regimiento 1º de Línea de Entre Ríos. Veterano de la guerra entre Buenos Aires y la Confederación producida en 1859 hasta 1861, participó también en la de la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay entre 1865 y 1870, en la que murieron su padre y dos de sus hermanos.
Tras sofocar la rebelión federalista de Ricardo López Jordán en Entre Ríos en 1871, en 1874 alcanzó el grado de general, tras vencer al general rebelde José Miguel Arredondo (quien respondía políticamente a Bartolomé Mitre) en la batalla de Santa Rosa. A la muerte de Adolfo Alsina, su principal rival (y en ocasiones aliado) en el camino hacia la sucesión presidencial de Nicolás Avellaneda en 1877, Roca lo sucedió en el ministerio de Guerra. Presentó un proyecto al Congreso de la Nación el 14 de agosto de 1878; el objetivo del mismo era una guerra ofensiva contra los indígenas que habitaban la Patagonia, con el objeto de ampliar el territorio bajo soberanía efectiva de la nación.

Campaña del Desierto :

Se denominó así debido a las condiciones geográficas de la Patagonia, que presentaba un clima desértico. Ésta se encontraba habitada originariamente por pueblos indígenas de etnia tehuelche, quienes posteriormente fueron conquistados, mestizados y asimilados por los mapuches, provenientes desde Chile.
Los mapuches comenzaron a llamar la atención del gobierno argentino por sus continuos ataques a caballo hacia las estancias aledañas, de las cuales sustraían ganado para venderlo en Chile y secuestraban mujeres, quienes eran trasladadas a los asentamientos indígenas.[4] La ley que promulgaba la conquista, decía que la presencia del indio impide el acceso al inmigrante que quiere trabajar.[5]
Otro de los motivos que llevó al presidente Nicolás Avellaneda a designar al entonces Ministro de Guerra, Julio Argentino Roca, para liderar la conquista, fue el temor a una invasión y conquista por el ejército chileno, que ya había conquistado numerosos territorios durante la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. Chile, que ya mantenía lazos comerciales con los indígenas que habitaban la Patagonia, estaba aún recuperándose de esta guerra y representaba una potencial amenaza contra la soberanía argentina en la Patagonia.
Roca, al mando de un ejército moderno y bien pertrechado, conquistó a la Patagonia venciendo la resistencia de los pueblos originarios de etnia mapuche, causando una gran cantidad de víctimas y desplazando a las poblaciones restantes a regiones periféricas. Se estima que la campaña fue causa directa de la muerte de más de mil indígenas (hombres, mujeres y niños).[6] Las tribus que sobrevivieron fueron desplazadas a las zonas más periféricas y estériles de la Patagonia. Unos 10.000 nativos[7] fueron tomados prisioneros y unos 3.000 enviados a Buenos Aires, donde eran separados por sexo, a fin de evitar que procrearan hijos:[8] las mujeres fueron dispersas por los diferentes barrios de la ciudad como sirvientas mientras una parte de los hombres fueron enviados a la isla Martín García, donde murieron, en su gran mayoría, a los pocos años de reclusión.

Millones de hectáreas se sumaron así a la República Argentina. Estas enormes extensiones fueron adjudicadas a bajo precio, o directamente regaladas, a terratenientes y políticos influyentes.[9] [10] Se suele justificar esta operación militar argumentando que esos territorios iban a ser conquistados por Chile, ya que el área al sur del río Colorado estuvo parcialmente en disputa entre las dos naciones hasta la firma del Tratado Argentina-Chile de 1881.
El Informe Oficial de la Comisión Científica[11] que acompañó al Ejército Argentino es considerablemente específico respecto de los resultados de la guerra:

Se trataba de conquistar un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando menos por unas 15.000 almas, pues pasa de 14.000 el número de muertos y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas en el sentido más lato de la expresión. No era cuestión de recorrerlas y de dominar con gran aparato, pero transitoriamente, como lo había hecho la expedición del Gral.Pacheco al Neuquén, el espacio que pisaban los cascos de los caballos del ejército y el círculo donde alcanzaban las balas de sus fusiles. Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, que la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura, tuviera él mismo que tributar homenaje a la evidencia, que no experimentase recelo en lanzarse sobre las huellas del ejército expedicionario y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas.
Es evidente que en una gran parte de las llanuras recién abiertas al trabajo humano, la naturaleza no lo ha hecho todo, y que el arte y la ciencia deben intervenir en su cultivo, como han tenido parte en su conquista. Pero se debe considerar, por una parte, que los esfuerzos que habría que hacer para transformar estos campos en valiosos elementos de riqueza y de progreso, no están fuera de proporción con las aspiraciones de una raza joven y emprendedora; por otra parte, que la superioridad intelectual, la actividad y la ilustración, que ensanchan los horizontes del porvenir y hacen brotar nuevas fuentes de producción para la humanidad, son los mejores títulos para el dominio de las tierras nuevas. Precisamente al amparo de estos principios, se han quitado éstas a la raza estéril que las ocupaba.

Presidencia :

En 1880 fue elegido presidente, cargo que desempeñó hasta 1886, acompañado por Francisco Bernabé Madero como vicepresidente. De esta manera comienza el periodo que se denominará "la Generación del 80".

Con 37 años de edad, fue el segundo presidente más joven de la historia Argentina, precedido sólo por Avellaneda, con sólo unos meses menos al asumir su gobierno.
Su gobierno llevó una gran prosperidad a la nación, alimentada por una masiva inmigración europea, la construcción de ferrocarriles y el desarrollo de las exportaciones agrícolas, y sentó las bases del moderno Estado argentino. Separó efectivamente la Iglesia del Estado, sancionando las leyes de Registro Civil y de Matrimonio Civil, lo que llevó a romper relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Dio un extraordinario impulso a la educación mediante la Ley 1420 (iniciativa de Domingo Faustino Sarmiento, entonces director del Consejo Nacional de Educación) que establecía la enseñanza primaria gratuita, obligatoria, mixta y laica para todos los habitantes del país.

También sancionó la ley de los Bancos Garantidos permitiendo a las provincias emitir su propio dinero y unificó a la Argentina mediante la ley de Moneda Común. La ley de Bancos Garantidos, funcionó como un método de control del presidente logrando una "unidad política" debido a que el presidente era quien determinaba a qué provincia se le brindaría el permiso para la emisión. El problema que surgió fue que la mayoría de las provincias se endeudaron con el exterior debido a que aunque en un comienzo se controlaba la emisión, luego, con el paso del tiempo los bancos comenzaron a imprimir mucho papel moneda sin tener oro para respaldarlo; esto llevo a que pidieran préstamos al exterior y al no poder devolverlos, se endeudaron. De esta manera, a los largo de estos años el premio oro comenzó a elevarse de manera espectacular.
Sin embargo, la especulación financiera y la corrupción campearon durante su gobierno, sostenido mediante el fraude electoral (ya que el voto no era ni secreto ni olbigatorio), el patronazgo estatal (el control del presupuesto nacional por parte del presidente) y las intervenciones federales (mecanismo autorizado por la constitucion nacional, mediante el cual el presidente podia intervenir en una provincia si se estaba "dudando del sistema federal" o por otras causas que resultaban bastante nebulosas). Resolvió la cuestión pendiente del asiento de la capital de la república, conviertiendo a la ciudad de Buenos Aires (y los vecinos pueblos de Flores y Belgrano) en territorio federal en 1881.
Fue sucedido por su concuñado, Miguel Juárez Celman, aunque los resortes de la política nacional siguieron en buena medida en manos de Roca y su Partido Autonomista, a punto tal que Juárez Celman dirá, en su mensaje al Congreso de 1889: "No existe otro partido que el Partido Autonomista Nacional al cual pertenecen las mayorías parlamentarias y todos los gobiernos de la nación y sus estados".

Con una revolución en medio de su mandato, Juárez Celman acabaría renunciando en 1890, en medio, además, de una grave crisis económica y financiera; Carlos Pellegrini, quien completa el mandato y conduce hábilmente la salida de la crisis, se perfila como la figura opositora a Roca. Si bien animado por la misma concepción de "progreso" (creación de infraestructura, fomento de la inmigración, definición de un perfil agroexportador) que Roca, Pellegrini y otros políticos del autonomismo como Roque Sáenz Peña se plantean la necesidad de abandonar el caudillismo en la política y el fraude electoral como mecanismo de acceso al poder.Mediante esta postura desean abriri aunque sea un poco los canales de participación y aumentar el número de votantes.
Al mismo tiempo, la Unión Cívica de Leandro N. Alem se plantea como la alternativa revolucionaria y con ella se identifican los sectores medios urbanos. La Unión Cívica había encabezado sublevaciones en 1890, 1892 y 1893, aplastadas finalmente por el ejército nacional comandado por Roca y el general Ignacio Fotheringham.
Marginada la oposición de la Unión Cívica tras la derrota de sus intentonas revolucionarias, Roca maniobra hábilmente para deshacerse de la oposición dentro de su partido. A la potencial candidatura de Roque Sáenz Peña opone la del padre de este, Luis Sáenz Peña, que resulta elegido para el período 1892-98. Pero privado del apoyo de Roca y en medio de problemas de control de la autoridad nacional, Sáenz Peña renuncia en enero de 1895 y es sucedido por su vicepresidente, José Evaristo Uriburu, mucho más obediente a las instrucciones del "Zorro". Roca brinda cierto soporte a Uriburu, ya que ve en él posibilidades de su propia reelección.

Roca elimina las posibilidades de todos sus potenciales opositores, y finalmente es elegido para un nuevo período presidencial (1898 - 1904) en medio de una tensa situación internacional con Chile.
Finalmente, Roca logrará la paz con Chile y la solución casi definitiva de todos los diferendos de límites con ese país mediante la firma del tratado de 1902.
El crecimiento económico continuó, se normalizaron los pagos de la deuda pública, y se emprendieron obras públicas de importancia. De su gabinete de ministros se destacaron especialmente Joaquín V. González (en Interior), que impulsó un Código del Trabajo que no llegó a obtener sanción parlamentaria y una reforma electoral; los generales Luis María Campos, que estableció la Escuela Superior de Guerra, y su sucesor en el Ministerio de Guerra, Pablo Ricchieri, que impuso el servicio militar por conscripción en reemplazo de la leva; Luis María Drago en Relaciones Exteriores, que estableció la doctrina de derecho internacional público que lleva su nombre; Osvaldo Magnasco y luego Juan R. Fernández en Instrucción Pública, que incrementaron el número y la especialidad de los colegios nacionales y dieron impulso a la formación de profesores de enseñanza secundaria; y Emilio Civit en Obras Públicas.
Al mismo tiempo, creció la protesta social y la representatividad de la Federación Obrera Argentina (F.O.A.), y surgieron las primeras huelgas violentas de trabajadores, con enfrentamientos armados con policías y rompehuelgas, que se produjeron en noviembre de 1902 en la ciudad de Buenos Aires y en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe.
Terminado su mandato, Roca se alejó de la vida pública. Aunque el autonomismo siguió controlando el gobierno por una década más, los partidos de la oposición (en particular, la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista) habían ganado amplia base social, y los métodos de Roca ya no eran efectivos para el nuevo siglo. Permaneció casi al margen de la política nacional hasta su muerte en 1914.
Roca es, sin duda, una de las figuras más polémicas de la historia argentina. Mientras unos lo consideran como el arquitecto del moderno estado argentino, otros, recordando el aniquilamiento de millares de indígenas en la Patagonia y en el Chaco, no dudan en calificarlo de genocida.

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